Dicen que algunos toleteros miman a sus bates. Los limpian después del juego y les dan mantenimiento. No son sólo objetos inanimados, simples palos de madera maciza, sino herramientas de trabajo y, por lo tanto, tienen poder creativo. Alguna relación especial deben guardar con sus instrumentos los cañoneros escarlatas Jesús Fabela, Michael Wing y, sobre todo, Roberto Ramos y Juan Carlos Gamboa, quienes ayer conectaron cuadrangulares y cuyos tablazos produjeron esa música que toca los sentimientos de los aficionados. Escuchar ese pak seco y contundente genera una sinfonía de euforia contagiosa.
El ataque escarlata fue rabioso, con batazos de cuatro esquinas que dejaron abundantes carreras para la victoria 13-8 sobre Bravos de León y así ganar la serie por 2-1 en el estadio Alfredo Harp Helú. Ahora los pingos tienen la mira en la próxima tripleta de partidos ante los líderes Pericos de Puebla.
Diablos tenía prisa y aprovechó las horas de sol antes de que las nubes amenazaran el juego. En cuatro innings los toleteros atacaron para timbrar doce veces. No sólo con cuadrangulares emocionantes, pues también colocaron batazos al cuadro, aprovecharon los errores de los nerviosos Bravos que fildeaban mal y lanzaban, a veces, peor. De la voluntad y la confusión del rival, los pingos sacaron ventaja.
El pitcher abridor de los Rojos, Arturo López, se apuntó una victoria no exenta de momentos críticos. Si bien pudo salir con la mano en alto no fue sólo por su sólido trabajo, sino por la defensiva bien coordinada que lo respaldó en el montículo. Con bases ocupadas, el serpentinero ponchó a Adalberto Carrillo para cumplir con cinco entradas en las que recibió siete imparables, cinco carreras y un jonrón. Gracias a ese turno llegó a 676 chocolates en la Liga Mexicana de Beisbol y queda en el puesto siete en la historia de los pingos.
Nada estaba definido. Pues los relevos colorados le atizaron con cierto suspenso al comprometer sus actuaciones. Edwin Fierro puso en riesgo la victoria del abridor, pues permitió dos carreras en la séptima entrada. El apagafuegos le echó gasolina a la lumbre.
Conner Greene tampoco enfrió con mano firme. Al final, el venezolano Bruce Rondón llegó para cerrar limpio el partido y hacer sonar las tres campanadas fúnebres dedicadas a los Bravos de León.