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Cultura

2022-07-18 06:00

Lusos adaptan en California las corridas de toros sin lastimarlos: las banderillas llevan velcro en vez de puntas

Un forcado, de un equipo de ocho, durante las celebraciones sin sangre.
Un forcado, de un equipo de ocho, durante las celebraciones sin sangre. Foto Afp
Periódico La Jornada
lunes 18 de julio de 2022 , p. 12a

California. En la plaza de toros, un elegante jinete se contornea hábilmente en su caballo mientras embiste a la bestia con cuernos. Se agacha y le clava un banderillazo en el lomo, pero a diferencia de las corridas portuguesas, el animal no sangra.

Las banderillas tienen velcro en las puntas en vez de lanzas, y se adhieren al cojín que los toros llevan en el lomo, una variación que mantiene viva la tradición ibérica en tierras californianas, donde las leyes prohíben herir a los animales.

Turlock, una pequeña ciudad en el corazón de la California rural, atrajo a inmigrantes portugueses a principios del siglo XX, quienes provenían principalmente del archipiélago de las Azores y reiniciaban su vida dedicándose a la actividad agrícola.

La comunidad fue creciendo en la costa oeste de Estados Unidos, siempre manteniendo sus raíces con periódicos, una radio, asociaciones y expresiones culturales como la tauromaquia.

“La primera vez que vine a California, hace 15 años, me sorprendí. Es increíble porque es como Portugal”, señaló Joao Soller Garcia, jinete profesional que vino de Lisboa para la corrida.

“Tienen la escuadra, los toros, los caballos, el público. Todo es igual”, explicó Garcia antes de entrar al ruedo donde lo aguardaban unos 4 mil espectadores.

“Si vas a una corrida de toros en Portugal, encontrarás lo mismo.”

Nunes, Gomes, Martins, Oliveira. Los apellidos revelan en Turlock la herencia que unos 350 mil californianos reivindican con orgullo (casi uno por ciento de la población estatal).

En el estado de Turlock, donde se instala el ruedo que hace las veces de plaza de toros, la bandera portuguesa ondea junto a la estadunidense, pero la fiesta arranca con “A Portuguesa”, dejando clara la importancia de la madre patria aquí, del otro lado del océano.

La práctica fue recuperada por Antonio Mendes, ex presidente de una asociación religiosa de Turlock.

“Somos portugueses y la celebración forma parte de nuestra forma de vivir, sobre todo en la isla (de Azores) de donde vengo”, agregó el septuagenario que, a pesar de décadas en suelo estadunidense, prefiere hablar en su lengua materna.

Criador de ganado, Mendes contribuyó a crear un linaje de toros para la corrida en Turlock, considerando la variación en la práctica.

Como los toros en California no pueden ser heridos, no se debilitan tanto durante la corrida como en Portugal. Por eso necesitaban bestias igual de combativas, pero menos pesadas.

“Aquí los toros pesan entre 400 y 450 kilos, porque no van a sangrar. En Portugal, pesan unos 600 kilos”, explicó George Martins, capitán de un equipo de forcados.

Los forcados, por lo general un grupo de ocho aficionados, entran en acción después del torero. Con su cuerpo y sus manos inmovilizan al toro simbolizando la muerte. A diferencia de la tauromaquia española, en la portuguesa nunca se mata al animal en la plaza.

A estos temerarios se les conoce como “la brigada suicida”: para inmovilizar al animal se dejan embestir por él. Luego de aguantar un cabezazo en el estómago, uno tiene que agarrar al toro por los cuernos con la ayuda de sus compañeros.

“Hace falta mucha técnica, no sólo fuerza”, explicó Martins.

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