En la Segunda Guerra Mundial, el general estadunidense George S. Patton dijo a sus soldados: “El patriotismo en el campo de batalla consiste en conseguir que otro desgraciado muera por su país antes de que tú mueras por el tuyo”.
La mentalidad para la guerra no es heroica, sino criminal. Nadie tendría que desear convertirse en soldado. Todos los países deberían eliminar sus arsenales de armas; pero si eso es imposible y si, según los sabios, la educación para la paz está condenada al fracaso, podemos trabajar por una cultura contra la guerra. Parece lo mismo, pero no es igual.
Según los padres de la etología, Nikolaas Tinbergen y Konrad Lorenz, no se puede eliminar el impulso agresivo en los humanos, ya que es parte de su constitución filogenética; se puede redirigir. Así lo explicó también Sigmund Freud a Albert Einstein en su famoso intercambio epistolar, y le aseguró que “… todo aquello que contribuya al desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”.
Porque, si es imposible eliminar el impulso agresivo en los humanos, también lo será aniquilar sus impulsos creativos y solidarios y la sensibilidad por la belleza. Estimular las actitudes y emociones derivadas de este lado luminoso es la mejor materia prima para crear una cultura contra la guerra, desde la infancia.
El hombre es el único animal con capacidad de transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones, pero la evolución cultural va muchísimo más rápido que la genética y cada niño que nace es casi tan primitivo como el Cromañón. No ocurre –como a veces se cree–, que hoy nacen más inteligentes o con un nuevo chip, no. Lo que sí es cierto es que llegan un entorno cultural más “estimulante”, pero más complicado.
Las nuevas generaciones encuentran sociedades muy pobladas y cada vez más conflictivas. La creación de una cultura contra la guerra necesita que desde la niñez se conozca la realidad biológica de la especie humana: sus grandezas y sus miserias y que los infantes desarrollen un pensamiento complejo para comprender que el bien y el mal están dentro de todos los individuos; que entre lo blanco y lo negro se encuentran todos los colores y todos los matices. La Educación y la Cultura pueden salvar a la especie humana; sin ellas, no tenemos futuro.