Lourdes Grobet es una artista de la mirada que se sumergió en las arenas donde la vida se vuelve metáfora de ese eterno conflicto ético entre el bien y el mal, entre los rudos y los técnicos, entre barbarie y civilización, entre los que sueñan un mundo mejor y luchan por él.
Acompañó durante décadas de manera desinteresada, ese teatro que con rigor, fundamento y disciplina creó María Alicia Martínez Medrano para construir una estética que nace de la tierra, pero cuya estructura dramática es, insisto, rigurosa. El Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, que germinó como semilla fértil en Tabasco y luego se extendió, con y sin apoyo oficial, en múltiples rincones de las comunidades y pueblos indígenas de México.
Lourdes Grobet fue siempre testigo y complice de esa estética que ahora ha dejado en este libro, con gran sentido ético y del valor que tiene en la historia cultural de México su complejo y a veces contradictorio andar. Porque la memoria así lo exige. Los pueblos sin memoria están destinados a repetir sus errores y a no recordar sus hazañas, menos aún en una expresión artística que es en sí misma efímera, como es la imagen misma de cada pedazo de la vida, si no se da testimonio, como hizo durante toda su vida Lourdes Grobet.
Lourdes sabía que ese libro tenía que nacer, con los textos y la palabra inteligente de Luz Emilia Aguilar Zinser. Con el trabajo editorial de Ximena Pérez Grobet, con la complicidad de Cristina Feasler. Puras mujeres trenzando sus deseos y sus energía.
La mirada de Lourdes Grobet y su sentido ético no fue ajena o indiferente a los grandes dilemas de los conflictos humanos en el mundo, de los conflictos en las fronteras, de la lucha de las mujeres, pero tampoco de la confrontación del ser humano con la naturaleza, de esa naturaleza de la que depende nuestra existencia misma en el planeta. Así que transitó mundos para ir a testimoniar el estado de ánimo y las reacciones de los glaciares.
Allá estaba Lourdes Grobet cuando le llamé por teléfono para informarle que las comisiones artísticas del Inbal le habían otorgando la Medalla Bellas Artes en reconocimiento a su aporte artístico a través de la fotografía y la imagen en movimiento. Lourdes Grobet me respondió, con su estilo franco y al mismo tiempo certero, generoso: “Estoy en Siberia a punto de ir a hacer fotos de los glaciares, contesté porque vi que era una llamada de México. Y supuse que eras tú. Agradezco esa medalla, pero tú sabes muy bien que ese tipo de reconocimientos no van conmigo. Si en verdad hay un reconocimiento a mi trabajo por el Inbal, te cambio la Medalla Bellas Artes por la edición del libro del Laboratorio de Teatro Campesino. Llevo años pidiendo apoyos que nunca llegaron. Dediqué décadas de mi vida a esa expresión que me atrapó desde le primer día, por lo que significa. Ahí está mi corazón; si puedes ayúdame a sacar el libro”. Hablamos de los trineos, de si usaría el tren, de si los glaciares podrán salvarnos o nosotras a ellos, de todo, pero esencialmente la conversación cambió y hablamos de teatro. Del libro.
Una vez más, Lourdes Grobet asumía la postura ética, política, social de defensa de la colectividad y la memoria, en lugar de un reconocimiento personal. El Inbal sumó a la Fundación Inbal, a El Heraldo y al Senado de la República, para darle vida.
Pero la medalla era de ella, hay veces que aunque uno no quiera, aceptar el reconocimiento es una manera de hacer también un bien público. Es por ello que el Inbal reconoce no sólo el aporte artístico de Lourdes Grobet, sino su generosidad visionaría. Y es por ello que hoy queremos entregarle la Medalla Bellas Artes, máximo galardón con el que se distingue a quienes hacen un aporte fundamental al arte mexicano, más aún cuando ese aporte tiene un sentido social comprometido, ajeno a todo aquello que pueda condicionar la libertad estética, política y de expresión.
La Secretaría de Cultura se sumó a este momento con una exposición de fotos del libro y con la invitación al Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena aquí, en Los Pinos, que presentará esa obra desgarradora que es Los perros, de Elena Garro.
Sé que nos estás viendo, desde tu casa, acompañada por tus otros hijos. Desde aquí te decimos, gracias, Lourdes, porque tu camino nos es inspirador y nos compromete en todos sentidos. Por tu mirada crítica, lúdica, gozosa, firme y juguetona a la vez, con la que has ejercido siempre todos tus proyectos artísticos.
Gracias, Lourdes Grobet, por tu mirada y tu legado en la imagen. Por tu paso firme y por tu generosidad .