La reunión entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de México, Andrés Manuel López Obrador, resultó un intercambio de buenas intenciones y otras no tanto, y algún que otro gesto que pueden se interpretados de diversas maneras.
En este escenario, es importante hacer una diferenciación entre migrante y exiliado. La filósofa española María Zambrano estudió con profundidad el tema: haber atravesado etapas que se ofrecen como pruebas. Todo aquel que ha tenido que abandonar su suelo natal espera encontrar exilio. Este es el drama de los centroamericanos y mexicanos en su búsqueda del exilio hacia estadunidense.
Zambrano concibe el exilio en clave mística, como rito de iniciación que al ser consumado, atravesado, llega a alcanzar el verdadero exilio. Los dos estados previos que se deben padecer, las dos figuras que se han de encarnar antes de convertirse en exilio son, primero, la del refugiado que todavía no experimenta el abandono, al sentirse acogido por un nuevo lugar donde puede hacerse un espacio propio. Un segundo lugar es el del desterrado, que padece la orfandad que todavía alimenta la esperanza de volver a su tierra y ello lo lleva a sufrir no sólo por la expulsión y la lejanía del país perdido.
En cambio, la condición de exiliado la alcanza sólo quien ha dado un paso más allá del desterrado, o el abandonado aquel que ha perdido toda esperanza de regreso y vive por ello en ausencia la idea de cualquier tierra.
Mientras, vive en el no lugar, en el desamparo, está afuera de esa tierra mas aún no tiene lugar en el mundo geográfico, un perfil político ni ontológico; no es nadie, ni un mendigo, no se es nada; ha dejado de ser todo para seguir manteniéndose en la postura de todo apoyo ingenuo, como sucede en los migrantes mexicanos y centroamericanos que viven en Estados Unidos sin papeles que acrediten su estancia: la visa.
Serían los espaldas mojadas que terminan por llegar a Estados Unidos nadando por el río o en tráileres, en los que se juegan la vida ¿Cuántos mexicanos o centroamericanos han perdido la vida-muerte en este intento por arribar a ese país? ¿Y los migrantes que siguen inventando formas de llegar?
Según Zambrano, tampoco es miel sobre hojuelas ser exiliado, quien es desgajado del acontecer colectivo, es expulsado de la historia. Vive en los márgenes embebido en un pasado en que está estancado, un pasado frío y solificado en fragmento absoluto de la historia que no acaba nunca de pasar, porque el exiliado está obligado, allá por donde va, a rendir cuentas de lo sucedido en su país, condenado a traspasar su historia e ir enumerando una y otra vez lo que ha vivido para ver si puede darles sentido.
Por ello, es un resto, un deshecho, una historia truncada. Esta ahí, embobado en un pasado arrobado en su historia sin saber muy bien las razones de su permanencia en ese filo entre la vida y la muerte.