Ciudad de México. Víctor Gaviria define su cine como una suerte de relatos acerca de su realidad. Las películas del colombiano, destacadas por retratar problemáticas sociales de su ciudad de manera fiel y verosímil, están hechas a partir de los relatos de las personas que habitan los entornos más desfavorecidos de ciudades latinoamericanas como Medellín, Colombia; además de estar protagonizadas por los individuos que viven en los espacios relegados.
“En el fondo, mis películas son crónicas de la realidad, en las que trato de no cambiar o transformar las historias que me cuentan; las recibo tal como son. Son actores de ese mismo entorno. Es una afición mía hacer una ventana de la realidad por donde la gente realmente vea la ciudad”, explicó el director de La vendedora de rosas.
Pero, a pesar del compromiso con la realidad con el que plantea su cine, Gaviria ha encontrado en la ficción, más que en el documental, una manera de contar las historias del barrio que le permite reproducir sus voces con la perspectiva de una persona que ha podido desarrollarse en distintos ámbitos como son el académico, el intelectual o el fílmico.
“Tengo la misión de que esas cosas lleguen, esa cantidad de voces, de anécdotas, de episodios. No he recorrido el documental porque la exclusión y todas estas personas con las que converso, que son esta otra ciudad con la que yo me encuentro en todas partes: en los semáforos, en el centro; están al borde de la realidad”, detalló.
Abandono familiar, orfandad social y violencia
Si bien el colombiano se preocupa por representar los matices menos privilegiados de su entorno, también es consciente de que el contexto en el que se desarrollan los individuos puede orillarlos a salir de lo que está bien visto por el pacto social que impera en los países latinoamericanos. Condiciones como el abandono familiar, la orfandad social o la violencia ponen a estas personas en caminos que casi siempre están rozando la ilegalidad: prostitución, drogadicción, tráfico de drogas, violencia en las maquilas. Son temas frecuentes en las conversaciones que el director acostumbra como parte de su proceso creativo.
“Todas esas son personas a las que yo no puedo documentalmente exponer –afirmó Gaviria–. Ahí es cuando la ficción te ayuda, como esa especie de pacto con el espectador de que sabe que eso es así, pero que está representando bajo las formas de la ficción. Entonces con eso tú puedes llegar a todas las profundidades del mundo, aprovechando la ficción, pero con un material totalmente real”.
Su enfoque sobre la realidad y las voces de las personas marginadas también le han otorgado virtudes a su obra fílmica. “Incluso las frases que surgen en los momentos más íntimos, no son producto de mi poesía o de mi inspiración, sino que yo las he escuchado, las he recogido, porque en el fondo lo que hago es, como quien dice, poner de presente y traducir, a través del cine, una literatura oral muy fuerte”, explicó el cineasta.
Esos relatos orales, “que muy escasamente se transforman en letra escrita”, también permiten una visión más amplia de dichos entornos. “Como que te entran en otra dimensión de lo humano”, aseguró Gaviria. “Nosotros nos juzgamos a nosotros mismos muy duramente a través de la ley, decimos quién está afuera del pacto social, quién es un delincuente. Aquí no podemos decirlo porque esos relatos nacen de allí mismo, y surgen con unos testigos alrededor, que hacen que haya una relectura de lo moral más interesante”, detalló el realizador.
“Lugares llenos de humanidad”
Aunque el cineasta admite una obsesión por la realidad y es consciente de que su obra suele producir desasosiego, también considera que estos barrios son “lugares que a veces están llenos de humanidad”. Grabar en zonas populares implica que “siempre la cámara está recogiendo paredes, callejones, escaleras, árboles, postes de la luz, casas que están llenas de huellas humanas”.
Víctor Gaviria también impartirá un taller de cine gratuito en la Facultad de Cine y la Escuela de Cine Comunitario Pohualizcalli, de la alcaldía Iztapalapa. Llamado Cine de realidad, será dado a jóvenes de las zonas periféricas de la Ciudad de México y estará centrado en temas como la literatura oral. La idea de ese encuentro “se ha ido convirtiendo en una experiencia muy interesante para mí”, admitió Gaviria, quien asegura estar entusiasmado ante la idea de trabajar con jóvenes de una demarcación popular, “porque es ahí donde mi cine tiene más sentido”. Dicha experiencia será rescatada por dos documentalistas y para ser eventualmente mostrada.
En la Cineteca Nacional se ofrecerá una retrospectiva del colombiano del 18 al 24 de julio. Se proyectarán títulos como Rodrigo D. no futuro, Simón El mago, Sumas y restas, además de La mujer del animal. El realizador recibirá la medalla Cineteca.