Washington. El encuentro bilateral de mañana entre los presidentes de México y Estados Unidos, Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden, se dará en medio de una geopolítica regional y global inédita:
Históricas cifras al alza en los flujos migratorios –incluso transcontinentales– y una crisis político-económica mundial derivada de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania. En este punto, el mandatario mexicano no ha acompañado las sanciones impuestas a Moscú por Washington y otras naciones de Occidente.
Será la segunda reunión frente a frente entre los mandatarios y el escenario será de nuevo la Casa Blanca. Su primer diálogo en persona se dio en noviembre del año pasado, en el contexto de la Cumbre de Líderes de América del Norte, donde también participó el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
Previo a este cónclave –que se celebrará cinco meses antes de que se cumpla el bicentenario de relaciones México-Estados Unidos, el 12 de diciembre–, ambos gobiernos han expresado que en los trabajos se desarrollará una amplia agenda con temas de interés común: seguridad, integración económica, medio ambiente, energía y migración.
Sin embargo, especialistas en el estudio de la relación bilateral señalaron a La Jornada que este último será el asunto medular.
Los investigadores Guadalupe Correa-Cabrera, de la Universidad George Mason, y Raúl Benítez Manaut, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México, coincidieron que Washington se prepara para la elección intermedia de noviembre y el control de la movilidad irregular es clave para obtener adeptos a su causa, por lo que requiere del apoyo de México para enfrentar el fenómeno.
Cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos indican que hasta mayo del año fiscal 2022, un millón 536 mil 899 migrantes han sido detenidos en su intento por llegar a territorio estadunidense; se estima que la cifra rebase por mucho el registro de 2021: un millón 734 mil 686 personas en esa situación. Es de destacar que el año fiscal estadunidense se mide de octubre a septiembre.
Con la llegada de Biden a la presidencia de Estados Unidos en enero de 2021, se establecieron nuevas relaciones bilaterales y los dos gobiernos han insistido en la necesidad de propiciar una migración “segura, ordenada y regular”.
Sin embargo, no se han dado pasos relevantes en ese objetivo y la movilidad irregular continúa siendo riesgosa. Dos ejemplos son la reciente tragedia donde más de 50 migrantes murieron asfixiados dentro de la caja de un tráiler en San Antonio, Texas, y el accidente en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, con un número similar de fallecidos cuando el tráiler en que viajaban se volcó en diciembre pasado.
Ambos gobiernos han señalado como responsables a las redes de tratantes de personas y anunciaron un operativo regional para dar con ellas, pero hasta ahora no hay avances en las investigaciones prometidas.
López Obrador ha planteado reiteradamente dos ideas: inversión conjunta con apoyos directos en las naciones de América Central para contrarrestar las causas de la migración –propuesta que hizo desde su primera visita a la Casa Blanca– y que Washington otorgue visas temporales de trabajo.
El Instituto de Política Migratoria, con sede en Washington, publicó recientemente un estudio sobre alternativas, en el que concluyó: “Estados Unidos y sus socios regionales tienen oportunidades a corto, mediano y largo plazos para aprovechar el sistema de inmigración estadunidense por medio de vías de empleo para ayudar a gestionar la migración proveniente de Centroamérica”. Propuso, entre otras, la adopción de visas temporales y otros esquemas que a la larga “puedan ayudar a canalizar a los migrantes centroamericanos hacia vías de migración legal y reducir las presiones en la frontera México-Estados Unidos”.
Esclavitud legalizada
En contraparte, el colectivo Campaña por la Dignidad –formado por organizaciones de trabajadores migrantes– envió una carta a López Obrador con motivo de su visita a la Casa Blanca en la que expone, con diversos casos, que el actual programa de visas temporales para jornaleros (H2A) no es benéfico y por el contrario vulnera sus derechos humanos.
“Le pedimos que no acceda a la complicidad de la esclavitud legalizada y ponga un alto a la expansión del programa de H2A. Como solución alternativa, sea embajador y defensor de la unificación familiar sin ataduras que explotan a los campesinos por medio de un contratista y empleador”, pidió el colectivo al mandatario mexicano.
Biden comenzó su administración con un discurso en materia migratoria diametralmente opuesto al de su antecesor, Donald Trump, y planteó la desaparición de varios programas antimigratorios impulsados por el magnate y una reforma en la materia, pero se ha enfrentado a una serie de obstáculos de diversos sectores en su país para concretarlo, barreras que se han agudizado ante el inminente proceso electoral.
“Para la Casa Blanca la migración es un tema de seguridad nacional y Biden lo ve como un asunto relevante en su base de apoyo con miras a las elecciones intermedias; si bien colabora con diversos países del hemisferio para atender el fenómeno, el apoyo de México es fundamental, por lo que seguramente buscará un importante acuerdo en la materia”, apuntó Correa-Cabrera.
Benítez Manaut dio otro matiz. “Podemos estar casi seguros de que Biden pedirá casi lo mismo que Trump: que México sea una muralla en su frontera sur. Biden lo necesita por razones político-electorales, pues tiene fama que es muy ‘tolerante’ con los migrantes, lo que no es bien visto en varios sectores de ese país”.
El universitario agregó que desde Palacio Nacional se ha insistido en que su vecino desarrolle un programa de visas temporales para trabajadores migrantes; sin embargo, estimó, “no hay correspondencia, pues México no cuenta con una política similar, lo que resta fuerza a la propuesta”.
El encuentro bilateral se dará tras el “desaire” del mexicano por no asistir a la novena Cumbre de las Américas, que se celebró el mes pasado en Los Ángeles, con el argumento de que no se podía excluir a ninguna nación del continente a pesar de las diferencias políticas con Estados Unidos.
“El liderazgo de Biden a nivel hemisférico quedó cuestionado tras la desdibujada cumbre, y fue precisamente López Obrador quien lo puso en esa disyuntiva. Sorprendió que no haya asistido porque el gobierno de México había sido, desde hace décadas, más bien sumiso. Entre las élites políticas de Washington y en los medios de comunicación no gusta la actitud de López Obrador, se le ve como un presidente ‘rebelde’, no los tiene de su lado; en cambio tiene el apoyo de la gente de la diáspora y de gran parte del electorado mexicano que influye en los resultados de ambos países. Biden lo sabe y tiene que jugar con eso para afianzar la relación”, aseveró la investigadora de la universidad estadunidense.