En la sala habilitada como oficina está el escritorio que comparten Alicia y Maricarmen. Son amigas. Fueron compañeras de trabajo en una imprenta y después en una pequeña editorial que fracasó a raíz de la pandemia. En la actualidad escriben historias para una radiodifusora. Los textos son leídos cada jueves por la noche por personas seleccionadas entre el público asiduo al programa Te lo cuento y lo vivo.
Alicia: –Ayer, por más que quise, no pude escribir nada. ¿Y tú?
Maricarmen: –Tampoco: pasé horas hablando con Rodolfo.
Alicia: -¿Que no van a verse hoy?
Maricarmen: –Sí, por fortuna. Después de los días horribles que tuve por el problema de mi hermano y mi cuñada me hace muchísima falta verlo, hablar con él.
Alicia: –Prométeme que no sólo hablarás de las cosas terribles que están sucediendo. Piensa que él estará tan harto como tú de escucharlas a todas horas.
Maricarmen: –Te juro que, aunque quiera, hay cosas en las que no dejo de pensar. Me obsesiona el caso de los migrantes que murieron asfixiados en la caja de un tráiler. No quiero ni imaginarme cómo estarán viviendo esa tragedia sus familias, con qué fuerzas seguirán adelante. Todo parece una pesadilla.
Alicia: –Pero es la realidad. Me angustia y me deprime tanto como a ti, pero no podemos cambiarla, a lo más que podemos llegar es a impedir que nos paralice. Mantenerse activo es un buen camino para lograrlo, así que ¡manos a la obra! (Ocupa su sitio tras el escritorio.) Antier me dijiste que estabas trabajando en una historia.
Maricarmen: –Dije que tenía una idea, pero no sé si te vaya a funcionar.
Alicia: –Cuéntame, yo te digo. (Acerca el block amarillo y toma un lápiz.) Voy a ir tomando notas.
II
Maricarmen. –Pensé en dos personajes: Ariel y Virginia. La historia comienza en el momento en que concluye la conversación telefónica en la que él le dice que, por un compromiso de trabajo olvidado, esa noche no podrá ir a verla como es costumbre que lo haga cada lunes. Virginia parece no darle importancia a la noticia y, sin embargo, terminada la comunicación, sigue junto al teléfono con la esperanza de que Ariel vuelva a llamarla y le diga que se equivocó al consultar su agenda: no tiene ningún compromiso de trabajo y podrá ir a verla. Desde luego no recibe la segunda llamada.
Alicia: –Suena bien, pero es sólo el arranque. Vamos por partes: ¿qué hace Virginia entre ese momento y el resto del día?
Maricarmen: –Procura mantenerse ocupada, y pensar menos en Ariel, en cómo poco a poco ha ido cobrando importancia en su vida sin que ella pueda explicarse por qué.
Alicia: –Porque está enamorada de él, pero se niega a reconocerlo. ¿Tiene otro compromiso?
Maricarmen: –No lo había pensado pero sí, podría ser; pero terminó cuando, a raíz de la pandemia, su novio siente que su deber es regresar con sus hijos. Con el tiempo ella supera el fracaso, decide renunciar al amor y se concentra en su amistad con Ariel.
Alicia: –¿Habrá algo más que amistad entre ellos?
Maricarmen: –Podría ser, pero Virginia descarta la posibilidad por la diferencia de edades entre ellos.
Alicia: –Eso ya no importa tanto, ¿o sí?
Maricarmen: –Parece que no, pero puede ser un factor de peso. Te pongo el caso de mi tía Pina. Trabajaba en un grupo de atención a jóvenes. Se enamoró de uno de ellos y decidieron vivir juntos. El gusto le duró muy poco: la familia estuvo presionándola hasta que lo dejó.
Alicia: –Pues qué débil carácter el de tu tía. Olvidemos eso. Te pongo otro ejemplo: eres mucho mayor que Rodolfo y eso no ha sido obstáculo para que tengan una relación bonita.
Maricarmen: –Pero es sólo amistad…
Alicia: –Hasta ahorita, pero por lo que veo… (Suena el teléfono.) Te apuesto a que es Lázaro que llama de la estación para saber cómo vamos. Contéstale tú, mientras voy al baño.
III
Alicia: –Por la cara que tienes veo que no me equivoqué: era Lázaro. ¿Discutieron?
Maricarmen: –Era Rodolfo. Llamó para decirme que no va a venir. Le dije que no se preocupara, que por mí mejor, así va a tocarme doble postre y colgué. Temí que de seguir hablando iba a terminar suplicándole que lo cancelara todo y que viniera.
Alicia (advierte la angustia de su amiga): –Oye, cálmate: que Rodolfo no venga hoy no es el fin del mundo.
Maricarmen: –Ya lo sé y, sin embargo, siento feo. (Finge una sonrisa.) Como verás, tienes una amiga sincera y estúpida. (Se sobresalta al oír el timbre del teléfono.)
Alicia: –Contesta. Podría ser Rodolfo. Te dejo para que hables a solas, voy a la cocina por agua.
IV
Alicia: –¿Era Rodolfo?
Maricarmen: –No. Esta vez sí era Lázaro: tenemos que entregarle el material pasado mañana: adelantó sus vacaciones.
Alicia: –Ay, ¡qué tipo! (Enciende la computadora.) Vamos a arrancar de tu idea. Repíteme cómo empieza.
Maricarmen: –En el momento en que Virginia cuelga el teléfono y sonríe, ilusionada, pensando que dentro de muy poco tiempo Ariel llegará a visitarla, como todos los lunes y…
Alicia: –Oye, espérate: ese comienzo es todo lo contrario del que me habías planteado.
Maricarmen: –Lo sé, pero ya que no puedo cambiar nada de la realidad lo haré en el relato que va a ser leído en nuestro programa. Por algo se llama Te lo cuento y lo vivo.