Isaac Fonseca o el novillero con más éxitos hoy en el mundo. ¿Por qué? Porque delante del toro este joven moreliano recupera la misión del torero: entregarse y enorgullecer, no sólo a los que tienen el privilegio de verlo en la plaza, sino a su gente, a su pueblo, pues al jugársela en cada suerte sin especular con las embestidas, el hombre nos recuerda, incontenible, que pertenece a la estirpe de los que saben honrar el traje de luces, al toro, al público y a sí mismos al escuchar una voz superior que les impide ser prácticos, sino simple y comprometidamente ¡toreros!, devolviéndole a la tauromaquia el rango de encuentro sacrificial recíproco. Sus recientes triunfos en escenarios como Sevilla, Madrid y Pamplona, reflejan tanto su creciente maduración técnica cuanto su irrefrenable hambre de ser, de gritar a los cuatro vientos que apuesta su inteligencia torera y su integridad física a un sueño: ser alguien en el enrarecido mundo de los toros, y si bien su futuro se presenta más que prometedor lo más probable es que el sistema taurino internacional en breve lo integre al grupo especial, con lo que el arrojo de muchacho se verá reducido al tedioso toreo de salón con toro.
A escala mundial, el poder se ejerce por medio de organismos que funcionan como ministerios dependientes de la ONU y sus fondos, tan cuantiosos como sus inconfesables compromisos ideológico-empresariales: OMS, OTAN, Unesco y otros. Brazos del llamado gobierno mundial que imponen sus políticas en diferentes ámbitos a todos los países del planeta, a partir del pensamiento único que establece lo que es política, económica, sanitaria y culturalmente correcto, según sus retorcidos propósitos de control de las consciencias y de su inventiva.
Entre tanto, ingenuos taurinos aún intentan que la Unesco, desde su astillado trono, reconozca a la tauromaquia como patrimonio cultural inmaterial de algunos pueblos, mientras otros, culposos y amedrentados, callan y esperan a que “alguien”, disfrazado de milagroso arregla-broncas, aparezca y pretenda resolver añejos vicios −en los que él mismo incurre− por arte de magia, como si décadas de abusos, indiferencia, alcahuetería, falta de respeto al toro y al público y autoridades omisas, pudieran ser borradas con la varita mágica del milagrero.
“Todos hemos callado”, escuché hace unos días de un respetable aficionado. Sin embargo, todos es mucha gente; habremos por ahí uno que otro que, también hace décadas, levanta la voz advirtiendo de esas desviaciones y negligencias por parte de los taurinos, cuya penosa reacción ha sido que “a la fiesta no se le debe hacer daño” señalando sus vicios sino exaltando sus virtudes para fortalecerla. Pero sucede que esas virtudes hace tiempo se volvieron teóricas, ideales, consignadas en reglamentos, no en una realidad taurina cada día más anquilosada por insensibles pero poderosos promotores y de una afición indiferente. Todos no, mi buen, algunos no nos hemos callado aunque nadie escuche.
Del 7 al 30 de julio se presenta la confirmadora exposición Arte Taurino por el Autismo en la Galería Persal, de Monte Líbano 12, en Lomas de Chapultepec, con la participación de artistas como Rafael Sánchez de Icaza, Marisol Barroso, Antonio Rodríguez o Isabel Garfias, entre otros, cuya original y valiosa obra sólo corrobora el criterio promocional de las empresas, empeñadas en hacer atractiva su función taurina con grotescas fotografías de los alternantes como si fueran astros conocidos. Volveremos sobre esta magnífica exposición con causa.