Jordania. Cantando alegremente al son de los tambores, refugiados sirios que huyeron de la guerra interpretan danzas tradicionales en la vecina Jordania, para honrar su cultura y ganar algo de dinero.
Estas danzas, llamadas Arada (espectáculo, en árabe) y que incluyen vestimentas tradicionales y espadas, se han vuelto cada vez más populares en Jordania en bodas y fiestas.
“Aportan alegría a nuestra celebración”, comenta Fahed Shehadeh, quien contrató al grupo de danza Bab al-Hara en la capital, Amán, para celebrar la graduación de sus dos hijos de la universidad.
“Soy jordano pero de origen sirio, y traje al grupo porque admiro sus danzas, música, vestimenta y sus canciones”, cuenta Shehadeh, que reunió a su familia, amigos y vecinos.
Tradicionalmente representadas en bodas, se han modificado las canciones para adaptarse a diferentes celebraciones.
Un conjunto está normalmente formado por entre 10 y 20 bailarines, todos hombres, vestidos con pantalones negros, camisas blancas de algodón, chalecos bordados y un chal atado a la cintura.
Espadas y escudos
Se utilizan espadas y escudos decorativos, y la danza concluye con los bailarines girando sus sables en el aire, antes de realizar el combate ceremonial.
Según el líder del grupo, Moutaz Boulad, de 60 años, la Arada ha ido afianzándose en Amán, con fiestas diarias en verano y varios actos semanales durante el invierno.
Boulad, que salió de Siria en 1988, dice que las presentaciones se han vuelto una forma importante de obtener ingresos para muchos de los que huyeron de la guerra en 2011.
“Algunos bailarines no eran buenos cuando llegaron, pero aprendieron de mí y de mis hijos”, asegura.
Se calcula que la guerra en Siria habría dejado medio millón de muertos y millones de desplazados. Más de 6.6 millones huyeron a los países vecinos de Jordania, Turquía y Líbano.
Jordania alberga a casi 650 mil sirios registrados ante la ONU, pero Amán calcula que llegaron casi 1.3 millones desde 2011.
Según la ONU, casi 80 por ciento de los sirios en Jordania viven bajo el umbral de la pobreza, con ingresos de tres dólares o menos por día.
Boulad explica que sus bailarines tienen otros empleos además de la danza: “Algunos son estudiantes universitarios, contables, empleados de restaurante, sastres y electricistas, pero esto es algo que les da un dinero extra”.
Para bailarines como Ahmed Abu Shadi, que huyó de Siria en 2013 y trabaja como fontanero, estas danzas son una ayuda para sustentar a sus tres hijos.
“Con la fontanería hay días con trabajo y días sin clientes”, comenta. “Con la Arada me pagan 15 dinares (20 dólares) cada vez que voy a danzar. Aunque es poco, me ayuda”.
“Identidad, tradición”
Otro bailarín, que no quiso dar su nombre, huyó de la ciudad siria de Homs en 2018 y ahora trabaja en un laboratorio médico.
Estos espectáculos le proporcionan unos 300 dólares extras que suma a su salario de 700 dólares en el laboratorio, mientras espera la respuesta a sus demandas de asilo ante la Agencia para los Refugiados de la ONU (Acnur).
“Pedí el asilo a Acnur y espero poder empezar una nueva vida en otro sitio”, explica.
Para Ahmed Abu Shadi, la Arada forma una parte importante de su vida de migrante. “Este baile es una parte importante de nuestra identidad siria, de nuestra tradición, cultura e incluso del día a día. Hay que preservarla y enseñársela a nuestros hijos y nietos”, explica.
"“Lo llevo en la sangre. Me encanta, no puedo imaginar mi vida sin esto”, añade.
Y aunque seguirá “bailando allá donde vaya”, sueña con poder hacerlo algún día en su país natal.
"“Pero prefiero esperar a que mejore la situación para poder volver a Siria”, concluye.