El paisaje gris, lluvioso y fantasmal de la ciudad es plasmado en las pinturas de Krysia González. Su más reciente trabajo, que elaboró durante la pandemia, se muestra en la exposición Tiempos del ruido y el silencio en Casa Milán. “Un paisaje no te habla únicamente de cómo se ve, también de elementos del momento, describen un poco lo que nos está tocando vivir”, apunta en una conversación con la prensa en la galería en la colonia Juárez.
Las calles desiertas del Centro Histórico cambiaron drásticamente durante el confinamiento, la artista relata que llevaba poco tiempo viviendo en la zona y comenzó una nueva producción cuando se propagó el virus.
El trajín y el caos se transformaron en zonas vacías, de control del acceso que se regía por el semáforo epidemiológico. Observó y fotografió su alrededor durante los meses angustiosos y los pintó en paisajes urbanos, su obra reciente es un vestigio de “la nueva normalidad”. El Palacio de Bellas Artes o la avenida Juárez son retratadas entre las luces rojas de los autos como personajes urbanos. La artista manifiesta que “cuando pinto paisaje es una forma de pensar y digerir la realidad”.
Una paleta de negros y grises han predominado desde hace años, por ejemplo, en escenas de mares enfurecidos. En el periodo de creación de estos cuadros “dormía en un mar negro, que era súper bonito. Un día desperté y me puse a pintarlo, en sueños me vino esa policromía”.
La serie citadina también la dirige a un ambiente onírico, donde los azules y verdes son colores interiorizados que le remiten a lo nublado, “a mí me evocan eso”, mientras los rojos “tienen un sentido de la época, de contrastar lo que significa un semáforo rojo que en 2019 no era lo mismo”.
La pintora de 30 años se siente partícipe de “una gran herencia en la cultura mexicana que desde hace poco tiempo está emergiendo con más fuerza”. Saturnino Herrán, David Alfaro Siqueiros, José María Velasco o Dr. Atl, “quien me voló la cabeza”, son algunas de las referencias de la historia del paisaje que la preceden. “Obviamente, Turner, Sorolla o, más actual, el catalán Jori Díaz Alamá, muy joven –tiene 36 años–, que pinta increíble; todo el tiempo nos estamos nutriendo”.
Hace diez años Krysia González se mudó a Ensenada, Baja California. En la ciudad portuaria “empezó la fascinación por registrar la naturaleza y ese tipo de atmósferas”. Cuando regresó a su natal Ciudad de México de pronto vio el caos, “ha sido un devenir de marinas a lo citadino. Siempre estoy motivada porque vivimos en una urbe con características visuales interesantes, eso se ha resuelto en la conjugación actual”.
El contraste del mar enfurecido y de tempestad junto a las postales lluviosas del periférico o el centro de la ciudad se encuentran en la exposición de la galería en la calle Milán 41, que ha colocado los lienzos más recientes de paisaje urbano junto a los oleajes embravecidos de la serie Tierra prometida, la cual, en palabras de la galería, está integrada “por marinas en las que confluyen la poética del caos y el naufragio”. Al respecto, agrega: “Las representaciones de sus paisajes son asumidas como una anécdota pictórica que nos recuerda que siempre habrá calma tras la tormenta”.
La artista realiza sus cuadros en acrílico, “una técnica muy versátil, además de mexicana”. Considera que se adecua a su ritmo de creación, que es muy rápido. “Para las primeras estructuras me da la posibilidad de seguir trabajando y no perder el ritmo por esperar a que seque”. Además, aprecia las muchas cualidades matéricas, como los empastes que utiliza en Tierra prometida. “Hay ignorancia en catalogar el acrílico como una técnica menor, pero creo que es muy versátil y tiene toda la capacidad de dar los acabados que necesitas”.