Santiago. El presidente Gabriel Boric recibió formalmente ayer el proyecto de nueva Carta Magna que acordó, luego de un año de deliberaciones, la Convención Constitucional, cuyos artículos fueron concordados en promedio por 77 por ciento de los 154 delegados que la integraron, mucho más que el mínimo de dos tercios requerido.
La entrega tuvo lugar durante una sobria y formal ceremonia republicana en la sede donde sesionó la Convención, el ex Congreso Nacional, en Santiago.
El texto, que consagra un Estado social y democrático de derecho, plurinacional, intercultural, regional, ecológico, inclusivo y paritario, será sometido a plebiscito de participación obligatoria para unos 15 millones de personas el 4 de septiembre próximo.
La Convención Constitucional, que ayer se disolvió, y la propuesta que produjo, son resultado de la crisis política y social que estalló en Chile el 18 de octubre de 2019, cuando millones de personas coparon calles y plazas para exigir reformas estructurales.
Un mes después, en la madrugada del 15 de noviembre, con las multitudes insurrectas y cuando las instituciones colapsaban y la democracia se derrumbaba, la clase política cedió y firmó un acuerdo “por la paz y la nueva Constitución”, que viabilizó el proceso.
Boric, al hablar ayer, aludió a aquello, concluyendo que el país optó por ampliar la democracia. “Ustedes, convencionales, han concluido la misión que les encomendó el pueblo de Chile en octubre del 2020 (cuando fueron elegidos a la Convención Constitucional): ponerse de acuerdo en una propuesta de nueva Constitución que refleje los anhelos y esperanzas por una vida digna para todas y todos los habitantes de nuestro país. Y lo han sacado adelante, pese a todas las dificultades, aprobándola por más de dos tercios de los convencionales”, dijo.
“Sé, y todo Chile está consciente, que no ha sido fácil. La democracia no es fácil y más allá de las legítimas diferencias que puedan existir por el contenido del texto sobre el cual se debatirá en los siguientes meses, hay algo en lo que todos y todas tenemos que estar orgullosos, que en el momento de la crisis más profunda política, institucional, social que ha vivido nuestra patria en décadas, los chilenos y chilenas optamos por más democracia y no por menos”.
Pese a que en octubre de 2020 alrededor de 80 por ciento de los chilenos aprobó redactar una Carta Magna, ciertas encuestas dicen que hoy es una minoría –un 35 por ciento– la que está por ratificarla. Como factores para ese desplome se citan la polarización y el duro debate –la minoritaria derecha (apenas 37 de 154 convencionales) acusa haber sido excluida–, algunas propuestas y conductas que lucieron descabelladas (por ejemplo, no invitar a los ex presidentes de la república al acto de clausura).
Pero también influye una campaña de hace meses de falsedades y miedos en redes sociales, que afirma cosas como que los pueblos indígenas adquirirán privilegios excepcionales frente al resto de los chilenos, o que quienes poseen una segunda vivienda sufrirán su expropiación, o que se permitirá “el aborto hasta los nueves meses” (sic), según cacarea un senador derechista.
Impacta además en la evaluación de la Constituyente el andar del gobierno de Boric, que en su primer trimestre, producto de la impericia, las chambonadas y la situación económica (inflación, deterioro de los salarios, pandemia, guerra en Ucrania) ha visto caer su aprobación a niveles similares a los de la Convención Constitucional. Para ciertos analistas, hay una correlación directa y absoluta entre la gestión gubernamental y la suerte del proyecto de Carta Magna.
Boric ha rechazado esa noción y hoy lo reiteró. “Esta Constitución, este proyecto y el plebiscito del 4 de septiembre no es ni debe ser un juicio al gobierno, es el debate sobre el futuro y el destino de Chile para las próximas cuatro o cinco décadas”, dijo.
Reivindican a la diversidad
Tal vez el discurso más emotivo del acto corrió por cuenta del vicepresidente de la Convención Constitucional, el joven médico Gaspar Domínguez, quien trabaja en el hospital público de la localidad de Palena, mil 500 kilómetros al sur de Santiago, en la Patagonia Austral, quien reivindicó a las diversidades.
Domínguez mencionó su condición “abiertamente homosexual” para hacer patente que “por décadas hemos debido explicar a otros que las diversidades aportamos valor y enriquecemos las sociedades.
Esta idea obvia, tan difícil de asumir, es hoy una realidad resguardada por esta propuesta. Porque ninguna persona debe vivir la soledad de la discriminación o el dolor del rechazo, sólo por ser quien es”.
“Y esto –agregó– no es sólo cierto para las disidencias sexuales sino para toda la diversidad humana, los neurodiversos, los pueblos originarios, las mujeres, las personas con discapacidad, personas mayores, niños, niñas, y todos aquellos que puedan llegar a ser excluidos. Porque la diversidad no divide como se ha señalado; y reconocerla, no constituye un privilegio; sino que justamente es el paso necesario para construir la unidad e igualdad’. Lo aplaudieron de pie.