Entre las cuestiones que ha tratado el sociólogo francés Edgar Morin está el concepto de “poli-crisis”. Éste se refiere a las crisis que se entrelazan y superponen, de modo que tienden a provocar un efecto extendido que incluso puede abarcar al conjunto de la humanidad.
Se desprende, entonces, que los problemas cruciales no se asocian con una única amenaza, sino con una serie compleja de problemas y conflictos que atañen a las condiciones que determinan los acuerdos políticos funcionales, la forma de los antagonismos, las crisis y lo que deriva en procesos que se vuelven incontrolables.
Hay, pues, en este caso, una simultaneidad de las crisis. El fenómeno se ha concebido también como un conjunto de crisis que interactúan a escala global o alguna escala menor en los ámbitos socioeconómicos, ecológico, cultural, de las instituciones y, cuyo rasgo definitorio es que no admiten una sola causa, menos aun una correlación.
En este sentido se pueden reconocer aspectos diversos como los que abarcan la economía política, el cambio climático, las epidemias, las guerras, la desigualdad o las crisis financieras.
Hoy estas pautas son reconocibles, aunque no son necesariamente compartidas por sus orígenes y sus consecuencias. La idea de una poli-crisis puede servir, entonces, como una aproximación multimodal para ordenar los hechos y afinar el conocimiento. También para establecer formas alternativas de conversación en entornos cada vez más polarizados.
El tratamiento, o bien, el método utilizable para el análisis (siguiendo, de nuevo, la pauta de Morin), suele concebirse de un modo particular, es decir, con respecto a una poli-crisis en específico y que está en proceso. Y eso es precisamente lo que se concibe que sucede de modo simultáneo y con interacciones múltiples que exacerban las repercusiones de la crisis.
La crisis de 2008, que es uno de los antecedentes de la situación actual, cuyas modalidades son ciertamente propias, así que puede apreciarse como una especie del tipo de las poli-crisis. De manera escueta tal crisis se describe en términos económicos como una gran recesión originada en Estados Unidos. Se asocia con elementos diversos entre los que aparecen: una insuficiente regulación del sector financiero que se expresó de modo muy notorio en el mercado de hipotecas, que acabó minando al sector inmobiliario y arrastró a intermediarios financieros públicos y privados, más allá de ese país.
Fue una crisis global con muy diversas manifestaciones económicas, financieras y sociales. La intervención de los bancos centrales fue decisiva para enfrentar la crisis. Al hacerlo, provocó una serie ulterior de presiones expresadas de modo notorio en un muy largo periodo de tasas de interés prácticamente de cero. Se provocaron grandes distorsiones en los mercados y sus efectos se extendieron en los mercados globales de dinero y capitales, así como en los precios de los activos, alentando otra ronda de especulación. Ahora tal situación ha sido desbordada, en un escenario derivado de la pandemia, la alta inflación y la guerra en Europa. Los ajustes a las nuevas condiciones ocurren en un escenario de mayor complejidad política.
Por supuesto que esta descripción es limitada; son muchos los aspectos que definen la poli-crisis. Esto se ha planteado desde una perspectiva basada en la noción de estrés (o tensión). Se identifican aquellos factores que afectan a la salud del planeta como los relativos a la biósfera y comprenden: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la acidificación de los océanos. Los que inciden en la sociedad: la pobreza, la escasez de agua, las guerras y distintas situaciones de vulnerabilidad como ocurre con las consecuencias de la elevada inflación. Los asociados con la tecnología: la creciente automatización de funciones; la “inteligencia artificial”; las amenazas cibernéticas y de la gestión de datos o las presiones sobre los acuerdos democráticos.
En los “análisis de inteligencia” se hacen ejercicios acerca de las conexiones que se establecen entre distintos hechos y procesos que están en curso en una situación determinada. El historiador económico Adam Tooze, por ejemplo, identifica una serie de observaciones clave a partir de las que establece relaciones múltiples que caracterizan hoy la poli-crisis. Se puede partir de cualquiera de ellos para seguir el mapa, a saber: omicron (y China)–riesgo de estanflación–hambruna–crisis soberana de la eurozona–enfrentamiento político en Estados Unidos–crisis climática–guerra–riesgo de escalada nuclear (véase, Chartbook #130 en su blog, de junio 24, 2022).
La poli-crisis no es la agregación de tensores independientes sino un proceso de convergencia e interacción. De tal manera, la idea de poli-crisis no equivale a la del riesgo sistémico. Este se concibe en torno a aquellas amenazas potenciales que hacen peligrar la funcionalidad de los sistemas que son críticos para una sociedad. De tal manera, pueden comprometer a otros sistemas o a sus funciones. La poli-crisis comprende el riesgo agregado derivado de los riesgos sistémicos que actúan de modo simultáneo en diversos sistemas. Además, el riesgo que se va agregando suele producir otros efectos secundarios en cada una de las condiciones involucradas.