Madrid. El genio de la escena Peter Brook estuvo muy ligado a los teatros españoles. De hecho, uno de los reconocimientos que él mismo recordaba con más cariño fue el Princesa de Asturias de las Artes, que recibió en 2019, cuando ya tenía 94 años y, quizá por eso, prefirió no pronunciar un discurso. Se le veía a menudo en Madrid y Barcelona, sobre todo con grandes proyectos teatrales y operísticos, por lo que su fallecimiento sacudió a sus admiradores, que eran muchos, entre ellos instituciones culturales y personalidades de la escena.
Durante uno de sus últimos viajes a España, precisamente en 2019 para recibir el Premio Princesa de Asturias, Brook recibió un cálido homenaje de la Escuela de Arte Dramático de la capital asturiana. Ahí confesó haberse quedado “sin palabras” y con cierta sensación de “deber cumplido” al haber constatado en persona que su legado estaba vivo entre las nuevas generaciones.
Después dio una rueda de prensa en la que intercaló el inglés, el español y el italiano, que era una forma de reivindicar la universalidad de su obra. Pero también para explicar su propia trayectoria vital. En el caso de España y del español se remontaban sus primeros recuerdos a 1949, en plena dictadura franquista, mientras viajaba por la Costa Brava, al norte de España, en la frontera entre Cataluña y Andorra para conocer a Salvador Dalí, quien se había comprometido a realizar los decorados y el vestuario para la ópera Salomé, que se estrenaría después en el Covent Garden. “Gala me dio un papel para que lo firmase. Me dijo que era un recibo en el que quedaba constancia de que yo tenía los cuadros de Dalí en el maletero del coche, por si algo terrible me pasaba”, recordó entonces Brook.
El vehículo fue asaltado por el líder de un grupo de “maquis” (los últimos resistentes contra la dictadura franquista que vivían ocultos en bosques y cuevas), Josep Lluis Facerías, que ató a Brook y otros prisioneros a un árbol.
“Nos apuntaron con las metralletas y pensé que nos iban a matar. Un susto que se quedó sólo en eso cuando, tras un día con su noche, logramos liberarnos y llegar hasta el pueblo más próximo con los lienzos intactos de Dalí, que los muchachos de la FAI respetaron. Y, al final, al subir al avión, me fijé que en el ala ponía: ‘Gala’. El destino nos estaba persiguiendo. Nunca lo olvidaré”.
El noble arte de la actuación
En aquel encuentro con la prensa, Brook reflexionó sobre “el noble arte de la actuación”, que a su entender tiene dos razones de ser: “Para mí, únicamente hay dos palabras que tienen un significado profundo. Una de ellas es ‘compartido’, porque para el teatro de cualquier nivel es terrible ser dominado por los egos. Y la segunda es ‘útil’, que la gente se vaya de la función sintiendo que algo dentro de ellos se ha conmovido, con el sabor de que la vida tiene sentido. Ahí el teatro se vuelve útil, aunque, por supuesto, es todo un desafío, porque es muy difícil conseguir eso”.
Al conocer su fallecimiento, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) de España expresó su profundo pesar, al señalar que “el teatro europeo se queda huérfano con la muerte de Peter Brook, gran referente contemporáneo y uno de los creadores más influyentes y reverenciados del siglo XX, autor de El espacio vacío, que renovó las artes escénicas reivindicando su vuelta a la esencia. DEP, maestro”.
Otras instituciones manifestaron su pésame, como la Fundación Princesa de Asturias, el Teatre Grec de Barcelona y el Teatro Real de Madrid, entre otros. La consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, también lamentó su fallecimiento: “La muerte de Peter Brook es otro arañazo en el corazón. El otro hablábamos de su inmenso Mahabbarata en la primera edición del Festival de Otoño de Madrid”.