Preguntan amigos, compañeros y estudiantes –generosos todos con nuestras colaboraciones en La Jornada– sobre la información oficial que sustenta la “visión pesimista” que percibimos –Carlos Morera y quien esto escribe, y de acuerdo con Michel Husson– respecto al tratamiento severo de la fuerza de trabajo en el vecino país. Sí, en los últimos 100 años.
Asimismo, sobre la paulatina pero severa precariedad a la que han arribado no sólo los componentes más “atacados” en esta centuria –jóvenes, trabajadores de color y afroamericanos, hispanos y latinos, primordialmente–, sino toda la fuerza laboral estadunidense en los 100 años, de 1920 a 2020. ¡Y, entre ellos, aún más, los jóvenes migrantes mexicanos!
Lo muestran las tendencias, entre ellas, los tres grandes momentos críticos de la centuria; 1) finales de 1982 e inicios de 1983, con una tasa general de desempleo de 10.8 por ciento del total de la fuerza laboral; 2) finales de 2009 e inicios de 2010, con 10 por ciento; 3) primavera de 2020, con 14.7 por ciento. Pues bien, para esos mismos tres momentos difíciles, los jóvenes de entre 16 y 24 años de edad, vivieron tasas de desempleo de 19, 19 y 27.4 por ciento. Y los trabajadores de color y afroamericanos de 20.9, 15.8 y 16.6 por ciento. Finalmente, los trabajadores de origen hispano o latino 15.7, 12.8 y 18.8 por ciento. ¡Terrible! Más terrible el desempleo de menores a 20 años de origen hispano o latino: 35.2, 37.2 y 36.5 por ciento.
Lamentable situación de los responsables de buena parte de las remesas a América Latina. ¡A México, sin duda! ¡No hay de qué enorgullecerse! ¿Cómo llegamos a estos datos?
En el intento de caracterizar la larga duración en Estados Unidos –en realidad, preocupados por la larga duración en el mundo y, evidentemente, nuestra larga duración en México– hemos utilizado diversos indicadores oficiales, ante todo de la Oficina de Estadísticas Laborales (www.bls.gov). Asimismo, de la Oficina de Análisis Económico (www.bea.gov) y finalmente, de la Oficina de Censos (www.census.gov). Todo ello se puede encontrar en la muy completa base del Banco de la Reserva Federal en San Luis (www.stlouisfed.org). Y es que, en este intento de reunir información de larga duración, hemos buscado caracterizar las tendencias a partir de la evolución de la rentabilidad general de la economía. Sí, en continuidad con el esfuerzo de Guglielmo Carchedi y Michael Roberts: The Long Roots of Present Crisis, Keynesians, Austerians and Marx’s Law, Haymarkets Books, Chicago 2018, http://gesd.free.fr/robcarch13.pdf. Se busca una aproximación al comportamiento –de larga duración– de la rentabilidad general de la economía estadunidense. Sí, a través de la relación entre el llamado excedente neto (ingreso nacional bruto menos consumo de capital fijo o depreciación) y la suma del total de activos productivos (privados no residenciales, equivalentes a 40 por ciento del total de activos) y las compensaciones totales recibidas por la fuerza laboral.
Esto permite vislumbrar un panorama de ciclos y fases de la dinámica económica estadunidense. En la que –sin duda– sobresalen los dramáticos datos laborales. ¡Lamentablemente! Y en el que las dificultades para lograr la recuperación del descenso crónico de la rentabilidad son perceptibles. A pesar del ataque a las condiciones generales de vida y trabajo de los asalariados. Pero seguiremos profundizando en ello. De veras.
NB: ¡Qué dolor por Pedro Palma! ¡Qué dolor por Javier Campos S.J.! ¡Qué dolor por Francisco Mora S.J.! ¡Vidas ejemplares! ¡Simul in actione contemplativus! ¡Siempre ahí! ¡Sin duda!