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El estadunidense Edward Hopper (Nyack, Nueva Yok, 1882-1967) es considerado uno de los pintores más destacados del siglo XX, célebre por sus retratos de la soledad en la vida contemporánea de su país natal. Tanto en acuarela como en óleo, su labor se vio fuertemente influenciada por los impresionistas franceses durante su estadía de cuatro años en Europa. Silencioso y reservado, Hopper siempre mostró resistencia para hablar de su trabajo. La presente entrevista, hasta ahora inédita en español, fue realizada en 1960.
–El otro día, durante el desayuno, dijo que sería hermoso un libro compuesto exclusivamente por vidas de artistas.
–No quise decir eso. Me refería a un libro que describiera su carácter –frágil o fuerte, apasionado o frío– y que estuviera escrito por personas que lo conocieran bien. El trabajo es el hombre. Una cosa no sale de la nada.
–Dijo también que la mayoría de sus cuadros no representan entornos conocidos.
–Early Sunday Morning es casi una traducción literal de la Séptima Calle. Esas casas ya no existen. Pero muchas de mis pinturas son un conjunto de distintos ambientes. Sin embargo, alguna ocasión pinté en Cabo Cod un lienzo llamado Cape Cod Afternoon: una casa y un granero tomados directamente de la realidad. Otras obras también son transcripciones de lugares precisos, pero son muy anteriores.
–¿Usted hace bosquejos preliminares?
–Sí, normalmente con lápiz o crayón. Nunca los muestro, porque son más o menos diagramas. Hago dibujos preliminares de las diferentes partes del cuadro y después los unifico. Mis acuarelas están todas hechas de la realidad, directamente al aire libre y sin bosquejos. Hago muy pocas en este período, porque prefiero trabajar en el estudio. Gran parte de mi material proviene de la improvisación. Verás: las acuarelas se acercan bastante a la realidad. En los aceites elimino más. Es una gran ventaja trabajar con una técnica como el óleo, que permite correcciones y cambios.
–¿Quiere decir que prefiere trabajar lentamente?
–No creo que sea por eso que ahora hago tan pocas acuarelas. El hecho es que las acuarelas se hacen al aire libre y yo ya no trabajo más con la naturaleza. Me gusta más trabajar en el estudio.
–Entre sus obras, ¿cuáles son las que más
le gustan?
–Tal vez el último cuadro que pinté este verano, Second Story Sunlight. Representa el piso superior de dos casas, con una veranda y dos figuras, una mujer joven y otra mayor. No creo que las dos figuras contengan ningún simbolismo. Si lo hay, es muy vago, y desde luego no tiene una intención obsesiva. Me interesaba más la luz de los edificios y las personas que el simbolismo. Jo [Josephine Hopper] posó para ambos: siempre es ella la que posa en cada cuadro. Otras dos obras que me encantan son Cape Cod Morning y Nighthawks. Este último me lo sugirió un restaurante en Greenwich Village, situado en la intersección de dos calles. Nighthawks es quizás mi forma de pensar en una calle por la noche.
–¿Solitaria y vacía?
–No me parece particularmente solitaria. Simplifiqué mucho la escena y dimensioné el restaurante. Es probable que de manera inconsciente haya pintado la soledad de una gran ciudad. También me gusta mucho Early Sunday Morning, pero no era necesariamente domingo. La palabra fue añadida después por otra persona.
–¿Y Cape Code Morning? ¿Por qué la menciona específicamente?
–Quizá porque se acerca más a lo que siento que otras pinturas. Pero no me parece importante saber exactamente lo que siento.
–¿Pasar los veranos en Cabo Cod ha influido en su trabajo?
–Pienso que no. Elegí vivir allí porque los veranos son más largos. Me gusta mucho Maine, pero hace demasiado frío en otoño. Hay algo suave en Cabo Cod que no me gusta. Aunque allí existe una luz maravillosa, muy intensa, quizá porque está tan lejos del mar: es casi una isla.
–¿Cree que sus viajes durante la juventud por Europa lo han influenciado?
–Realmente no lo sé. Hice muchas obras en Europa, cuadros que supongo algún día se expondrán. Son bastante líricos, una especie de impresionismo o impresionismo modificado. Creo que sigo siendo un impresionista.
–¿Por qué?
–Tal vez mis simplificaciones dependan un poco del impresionismo. Para mí, el impresionismo fue el trazo inmediato. Pero me interesa más el volumen, naturalmente. Algunos impresionistas también tenían este interés. La pintura francesa, aunque era superficial y ligera, también es volumétrica. Piensa en Fragonard.
–¿Cuáles son los pintores que admira de la Antigüedad?
–Rembrandt sobre todo, y el grabador [Charles] Meryon. Contiene una luz romántica, toda la esencia de la luz está presente en su grabado Tourelle de la Rue de la Tixéranderie. Rembrandt es extraordinario. También me gusta mucho Degas.
–¿De quién se ha influenciado mayormente su trabajo?
–Siempre me he tenido a mí mismo como referencia. No sé si alguien ha influido en mí.
–¿Piensa que su trabajo es esencialmente estadunidense?
–No lo sé. Creo que nunca he intentado pintar la “escena estadunidense”; intento pintarme a mí mismo. No veo por qué se me tiene que obligar a volver a la “escena estadunidense”. A Eakins no se le hace encajar. Como la mayoría de los estadunidenses, soy una amalgama de muchas razas. Quizá todos ellos me influyeron: los holandeses, los franceses, quizá hasta los galeses. Los holandeses del río Hudson, no los de Ámsterdam.
–Siempre se dice, al hablar de su obra, que la soledad y la nostalgia son sus temas.
–Si lo soy, no es para nada algo consciente. Probablemente soy un hombre solitario. Y la nostalgia tampoco es voluntaria. La gente encuentra algo en tu trabajo, lo traduce en palabras y después continúa con ellas para siempre. Además, ¿por qué no habría nostalgia en el arte? Yo no tengo temas intencionales.
–¿Qué quiere decir? Por ejemplo, ¿no tenía un tema para Second Story Sunlight?
–Ese cuadro es un intento de pintar la luz blanca del sol, con poco o casi nada de pigmento amarillo en el blanco. Cualquier interpretación psicológica tendrá que ser añadida por el espectador. Pero pintar la luz no fue el impulso inicial. Soy realista y reacciono a los fenómenos naturales. De niño sentía que la luz de la parte superior de una casa era distinta a la de la parte inferior. Hay una especie de alegría con respecto a la luz en la parte superior de una casa. Sabes, son muchas las ideas y los impulsos que te llevan a pintar, no hay una sola. Para mí, la luz es un importante recurso expresivo, pero no de una manera tan consciente. Es mi forma natural de expresarme.