Escuché a la niña decir: “Los animales son lindos”; después, al hermanito: “Los animales son lindos y son buenos”…
¿Alguien ha visto una manada de tigres pelear a muerte contra otra de leones en disputa territorial o de poder? Pues no. Los animales no hacen la guerra. El rey de la selva no existe. Entre animales de diferentes especies la lucha (interespecífica) está regulada por la supervivencia y las cadenas alimenticias entre predadores y sus presas. Los etólogos –biólogos que estudian el comportamiento animal– aseguran que entre las miles de especies que luchan sólo el hombre mata por matar. El humano es animal insaciable, y mientras en la lucha intraespecífica, (entre animales de la misma especie) se evita matar al rival, el humano es incluso el único asesino de masas. La lucha entre animales de la misma especie suele ser muy igual o equilibrada, y todas las especies tienen como regla natural solucionar sus disputas sin matarse unos a otros; de hecho el derramamiento de sangre es raro.
La agresión del hombre le sirvió para cazar en la disputa del fuego (cuando aún no sabía generarlo), para proteger su territorio y defenderse de animales más fuertes. Pero el lenguaje y la cultura, con que los humanos han creado ciencia, grandeza y belleza también son origen de la guerra, pues han trastocado su diseño instintivo, si es que alguna vez lo tuvieron. El humano desciende de los primates, pero también es heredero de comportamientos de lobos, leones y hienas. Todos los animales son nuestros parientes.
Para Nikolaas Tinbergen, quien recibió con Konrad Lorenz el Premio Nobel de Medicina en 1973 por los trabajos fundacionales de ambos en Etología, “los humanos son en muchos aspectos de su conducta unos desconocidos para sí mismos”. Los efectos de nuestro comportamiento están poniendo en peligro la supervivencia y, lo que es peor, de toda la vida sobre la tierra. “Hay razones –asegura Tinbergen– para pensar que el límite de adaptación humana ha sido sobrepasado por los cambios culturales, por eso el humano es ya un inadaptado en su propia sociedad”.
¿Qué significa realmente ser “muy humano” ante la guerra y al crimen? ¿Podremos educar para la paz? ¿Habrá que revisar antes la noción de que somos animales superiores?
(“El infierno son los otros”… J.P.Sartre)