La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) concluye hoy su cumbre en Madrid y es todo lo contrario de la imagen de unidad, cohesión y espíritu marcial difundida por la propaganda de guerra imperialista, omnipresente y uniformada al milímetro, en los medios hegemónicos de “Occidente”. Algo parecido a sus “sanciones” bumerán contra Rusia. Tras las sonrisas para la foto de los mediocres gobernantes de Estados Unidos (EU), Europa y sus invitados asiáticos a esta mascarada, está su resistencia a admitir “el fin de la unipolaridad”, proclamado en forma categórica por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en el prestigioso Foro de San Petersburgo. Y también la inútil, pero peligrosa, negativa a aceptar el mundo multipolar y multicéntrico, una realidad no acabada pero que tiende a consolidarse. Las sonrisas y risas de los líderes otanianos no pueden ocultar su temor a la derrota militar que ven venir en Ucrania, a la que han convertido en instrumento –y dolorosa víctima– de su arremetida contra Rusia casi desde el colapso de la URSS, por la que siempre sintieron fobia, ahora exacerbada de forma patológica.
Justamente, la importancia de esta cumbre radica en su intento desesperado, convertido oficialmente en nueva estrategia de la alianza, de crear una coalición militar global contra Moscú, que, por supuesto, apunte también a China como enemigo estratégico principal a vencer, pues en lo económico y lo científico va camino de adelantar mucho a Washington y ya lo supera en varios campos fundamentales. Sin contar la notable superioridad, si le creemos a numerosos expertos occidentales, de los misiles hipersónicos rusos –indistintamente capaces de portar, o no, armas nucleares–, y, también, de varios de sus exponentes de armamento convencional.
La presencia en la cumbre de Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur responde no sólo a su apoyo a Ucrania contra Rusia, sino también al fuerte ascenso de China en la región Indo-Pacífico; así como a los planes estadunidenses para un eventual conflicto por Taiwán, territorio reconocidamente chino, que Pekín reivindica de manera categórica y solemne pero donde Washington no cesa de montar provocaciones. La cacareada incorporación de Suecia y Finlandia, aunque comporta una grave provocación contra Rusia, como el torrente de armas pesadas hacia Ucrania para regocijo de la industria armamentista, no cambian sustancialmente la correlación militar de fuerzas, pero sí contribuyen a agravar y prolongar el conflicto bélico en Europa, a una eventual extensión territorial del teatro de operaciones militares y a aumentar el riesgo de una guerra nuclear.
La OTAN es una suerte de legión extranjera de EU, hecho agravado por la vergonzosa subordinación europea a Washington después de la guerra que libra contra Rusia con carne de cañón ucrania, salvo algunas resistencias, casi siempre débiles y pusilánimes, como las del galo Macron y el germano Scholz. Al mencionar la obsecuencia europea, es obligado referirse a España, anfitrión de la cumbre otaniana, que en eso de servilismo difícilmente sea superable. La prueba más grave y reciente es su reconocimiento, para complacer a Washington, al plan de anexión por Marruecos del territorio de la República Árabe Saharauí Democrática, en un acto vil de traición a sus deberes como potencia colonial ante la Asamblea General de la ONU y al derecho internacional. Con la sangre aún fresca derramada en Melilla tuvimos una probadita de la democracia española tipo OTAN.
EU, mayor potencia económica y militar de Occidente, aunque tiene una gran capacidad para arrasar países y asesinar a grandes masas humanas, sale derrotada en todas las guerras: Vietnam, Irak, Afganistán, Somalia… La derrota fulminante de su intento de invasión de Cuba con una fuerza mercenaria apoyada por sus buques de guerra, en 1961, antecedido por las palizas que ya en las décadas de los 20 y 30 había propinado en Nicaragua a los marines el general de hombres libres Augusto César Sandino.
No obstante, sí es históricamente muy importante destacar la primacía de Washington como máquina homicida y genocida, no ya pensando sólo en el horrendo exterminio con el arma nuclear de Hiroshima y Nagasaki, ciudades abiertas sin objetivos militares. Siglos antes había iniciado el exterminio masivo de la mayor parte de la población originaria del territorio que hoy ocupa. Pero debe subrayarse también su ejecutoria criminal en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando, según un concienzudo estudio de James A. Lucas, EU y la OTAN habrían matado entre 20 y 30 millones de personas en 37 países víctimas.
La OTAN terminará en el basurero de la historia y no podrá detener el mundo nuevo de paz, cooperación y verdadero libre comercio y respeto al derecho internacional que emana de los BRICS, la Unión Euroasiática, la Celac, la Unión Africana y la Asean.
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