Ciudad de México. Cargar gasolina implica toda una estrategia para Ana: revisar cuáles son las estaciones donde es menos costoso el combustible, verificar el rendimiento del mismo y procurar que su compra se amortigüe con tarjetas de recompensas. Ella y otros conductores consultados por La Jornada resienten un encarecimiento en la gasolina que les ha llevado a cambiar hábitos de movilidad.
No es una mera percepción. Aunque en la actual administración el incremento en el precio de las gasolinas se encuentra por debajo de la inflación general, a lo largo de 2022 su encarecimiento es hasta 79 por ciento más alto que el avance del índice nacional de precios al consumidor, muestra el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Como un mecanismo de contención, hasta mayo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público había dado estímulos a combustibles por 98 mil 883 millones de pesos, un subsidio promedio de 654 millones de pesos por día para evitar que el precio se disparara. Sin esta renuncia a cobrar el impuesto especial sobre productos y servicios (IEPS) la gasolina regular al consumidor final estaría hasta 57 por ciento más cara, explica Alejandro Montufar Helu, director general de PetroIntelligence.
El precio que pagan los consumidores finales en una gasolinera se compone de varios factores: el costo en sí del líquido en el punto donde fue refinado, (en la mayoría) la importación, la logística para moverlo, su almacenamiento, la utilidad de las estaciones de servicio y la carga tributaria, es decir, los impuestos al valor agregado (IVA), sobre la renta (ISR) y el IESP, detalla Arturo Carranza, especialista en temas energéticos.
En ese sentido, los estímulos dispuestos por Hacienda –primero sobre el IEPS y hace tres meses sobre el ISR y el IVA– componen una sexta parte de la cadena que está detrás de la tarifa final de las gasolinas en las estaciones de servicio, refiere Carranza, director de proyectos de energía en Akza Consultores.
Un análisis de Alejandro Helu exhibe que el 6 de junio el costo del combustible regular (Magna) en molécula –es decir, el líquido en una refinería y sin ningún costo intermedio asociado– era de 22.2 pesos por litro, cuatro días después su precio promedio en las gasolineras de México fue de 21.73 pesos.
“Hay toda una cadena de valor de importadores, ductos, terminales, buques, pipas, almacenistas, distribuidores, expendio. ¿Cómo es posible que estemos viendo un precio en las calles, por debajo de lo que vale en sí mismo el combustible?”. Más allá del costo fiscal, “el gobierno mexicano está subsidiando todas las demás actividades”, refiere el director general de PetroIntelligence.
Esta renuncia recaudatoria que se acerca a los 100 mil millones de pesos –pero que la jefa del Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro, advirtió que podría llegar a 400 mil millones de pesos– ha evitado que los precios de las gasolinas se disparen, pero no que su incremento deje de resentirse en el bolsillo de los consumidores, en una economía que trata de recuperarse de la crisis más honda en nueve décadas.
El Inegi exhibe que al cierre de la segunda quincena de noviembre de 2018 y la primera de junio de 2022 –periodo de la actual administración– la inflación general ha sido de 18.9 por ciento, mientras la de la gasolina regular, conocida como Magna, ha sido de 11.1 por ciento, y de 13.4 por ciento en la Premium.
Con lo anterior se sostiene el compromiso del presidente Andrés Manuel López Obrador de que las gasolinas no aumenten por encima de la inflación, pero en lo que va de 2022 los estímulos fiscales puestos en práctica por Hacienda como camisa de fuerza ante las tendencias internacionales no han tenido éxito del todo.
El mismo Inegi reporta una inflación acumulada de 3.8 por ciento entre el cierre de 2021 y la primera quincena de junio. La gasolina Magna se ha encarecido 6.9 por ciento en el promedio nacional y la Premium 5.9 por ciento. Con esta tendencia, ambos productos se ubicaron entre los 10 que más se encarecieron durante la primera mitad del mes.
Nuevas estrategias
“Definitivamente he percibido que ha incrementado el precio de la gasolina, ¿desde cuándo?, creo que ha sido un aumento constante desde hace como dos años”, comparte Ana Alvarado. Explica que no ha realizado grandes cambios en sus hábitos de movilidad, más allá de evitar horas de mayor tránsito vehicular, pero sí planea mejor sus compras de combustible.
“Buscó gasolina más barata y la que he notado que rinde más. Por ejemplo, pido 40 litros y de ahí voy verificando en el tacómetro para cuánto más o menos me alcanzó. También uso las tarjetitas de puntos que te dan en las gasolineras para ver si algo me pueden retribuir. En un año acumulé mil 200 puntos, equivalen a 120 pesos, no es mucho, pero son unos 4 litros y medio”, dice.
Su hermana, Lizeth, comenta que para ahorrar gasolina planea rutas, “prefiero hacer varias cosas en un solo día, ir a lugares que me queden en la zona para no desviarme mucho”.
Mateo Tabares, quien vive temporalmente en Oaxaca por trabajo, ha reducido la frecuencia de sus visitas a la Ciudad de México, y de tanto en tanto usa aplicaciones de viaje compartido para no absorber solo el costo del combustible.
Laura Magaña no ha realizado grandes cambios en sus hábitos de movilidad, pero percibe el incremento en el precio de los combustibles, y “creo que en general toda la canasta básica ha subido”.
Jorge Salas ha detenido la compra de un auto por esta situación, mientras Myrna Rodríguez trata de usar menos el carro “y en su caso aprovechar para hacer varias cosas y que valga la pena utilizarlo (…) poquito a poquito, pero sí ha estado aumentando la gasolina”.
El análisis de Helu, muestra que en todos los tipos de combustible los estímulos dispuestos por Hacienda están amortiguando en más de 30 por ciento el costo de las gasolinas. En un comparativo al 10 de junio, el precio promedio de la gasolina regular fue de 21.73 pesos, sin el estímulo hubiera alcanzado 34.13; la Premium se vendió en promedio en 23.77, frente a 35.44 pesos del costo real; mientras el diésel se comercializó en 23.41 contra 35.57 pesos que sería su tarifa sin subsidios.
Hay “N factores detrás de esta crisis energética”, explica en entrevista el director general de PetroIntelligence. Entre ellos la pandemia y las disrupciones que ocasionó en diversos mercados la guerra y las consecuentes sanciones a Rusia, así como una tendencia de ir apagando refinerías, misma que ahora con un aumento en la demanda de combustibles ha llevado a que estas plantas operen cerca del 100 por ciento de su capacidad.
Refiere que los subsidios dados por Hacienda siguen la tendencia de los costos internacionales de las gasolinas, que son también de los que parte Petróleos Mexicanos para su comercialización. En mayo, la empresa del Estado produjo 41.6 por ciento de las gasolinas con las que contó, el resto se importó en su mayoría de Estados Unidos.
¿En dónde se está generando este incremento en el costo de gasolinas para el consumidor final, pese a los subsidios de Hacienda? En las refinerías, resuelve Alejandro Montufar. El margen de ganancia de estas plantas pasó de 6.2 dólares por barril el año pasado a 47 dólares por barril en 2022, un incremento nominal de 658 por ciento.
Hay un “boom de las refinerías”, países que están obligados a reabrirlas pese a sus compromisos ambientales, pues la demanda así lo requiere, dice. Y pese a ello, al incremento en el precio del petróleo. La producción todavía no se puede reponer dado el costo de insumos y falta de capital. En general, concluye Helu, “lo que estamos viendo en estos tiempos es que no se están cumpliendo las reglas económicas por el impacto que tuvo la pandemia”.