La Habana., El ministro de Cultura de Cuba, Alpidio Alonso, calificó ayer de duro golpe la muerte de la destacada poeta y ensayista Fina García-Marruz, la noche del pasado lunes.
Desde su cuenta de Twitter, el funcionario consideró la desaparición física de la Premio Nacional de Literatura en 1990 como una pérdida irreparable para el escenario académico y literario en la mayor de las Antillas y valoró la monumentalidad de su obra en Hispanoamérica.
El viceministro de esa institución, Fernando León Jacomino, catalogó a García-Marruz como un ángel de la poesía y evocó sus versos: “Y a veces me parece que te busco / a tu tranquila fuerza y tu sombrero / para que tú me enseñes el camino / de mi perdido nombre verdadero”.
Por su parte, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla valoró a la extraordinaria intelectual y martiana fiel, figura imprescindible de la cultura latinoamericana y, con anterioridad, Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas, destacó que la poeta “cantó como nadie al Che y a Haydée Santamaría”.
Después de conocer la noticia de su fallecimiento, numerosas instituciones y personalidades reconocieron a la ensayista e investigadora como una de las voces líricas más elevadas de la literatura en la región y mencionaron su profunda devoción al apóstol José Martí.
De acuerdo con una nota difundida por el Ministerio de Cultura, el homenaje a la autora de títulos como Las miradas perdidas, Visitaciones, Créditos de Charlot y Viejas melodías transcurre desde la mañana en el capitalino Centro de Estudios Martianos.
Luego del tributo a la profesora emérita de la Universidad de La Habana en ese instituto, donde laboró alrededor de una década, acontecerá su sepelio en el Cementerio de Colón, a las 14 horas.
En cuanto se conoció su fallecimiento la noche del lunes, una cascada de mensajes llenó las redes en Cuba.
“Seguidora devota de Martí, de Cristo y de Lezama, cantó como nadie al Che y a Haydée Santamaría. Que se encuentre con Cintio, que los dos descansen en paz”, dijo en un tuit Abel Prieto, director de Casa de las Américas. Mientras muchos cubanos se dedicaron a citar alguno de sus poemas.
“No es que le falte / el sonido, / es que tiene / el silencio”, escribieron algunos, recordando su poema Cine mudo.
“Este poemita de Fina García Marruz en esta noche: ‘¡Cuántas cosas añadimos / a la paz, a la sonrisa / primera de la vida! / He aquí, al fin/ después del extravío, / lo fútil conversable, / el rencor, la alta pena, / el sitio del rencuentro’”, escribió de su lado en un tuit el escritor cubano, radicado en México, Rafael Rojas.
La poeta cubana Fina García-Marruz publicó en Cuadernos Hispanoamericanos (enero-febrero 1951) 10 textos, que en 2019 fueron difundidos por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. De esta edición, La Jornada publica los siguientes poemas:
El retrato
Esencial, increíble, descorre el mediodía con mano férrea y dulce, el miniado manglar
y sus insectos suaves, decorados. Acerca lo entrañable y lo fiel como un sincero huérfano.
Penetro despaciosa al vals vertiginoso de las palmas inmóviles al sol, de los yerbajos.
Su traje me conmueve como una oscura música que no comprendo bien. Toco la palabra pobre.
Como un dulce instrumento
Al despertar, mi oído, como un dulce instrumento, fue tocado del hondo sillón, y de los coches.
Se me entraron los ojos al claror tembloroso: pusieron violonchelo razonante y tristísimo.
El cuerpo recostado lento orquestaba opaco el sonido del mundo. Pasó mi madre oscura.
Variaciones sobre el tiempo y el mar
El mar me dice: soy viejo. Antes que el tiempo fuera ya yo golpeaba sordo, brillaba y restallaba. Me tiendo como un león o como la espada inservible de un guerrero después de una batalla perdida.
Sostengo las devastadas murallas, las ruinas silenciosas. Soy lo que no habéis visto y lo que habéis olvidado. Vuestro cuerpo me toca sin saber que atraviesa un órgano sin memoria, más distante que un astro.
Fuera de la esperanza y la desesperanza miré la espuma fenicia y el olor de las comidas. Recuerdo el comercio y el cambio como una rosa salvaje y las palabras que oí como el tesoro que se hunde.
Cae la tarde
En el colegio siempre era de tarde. Tarde era el oro gris de la mañana. La lectura del libro se doraba también del pensamiento de la tarde.
Ahora que el tiempo hacia otras hojas arde redescubro su tinta poderosa, las triviales nociones prestigiosas, su austera voz que llega ya muy tarde.
Qué justeza y dulzura me ha traído decir estas palabras: CAE LA TARDE y su vieja ternura despaciosa.
¡Cae la tarde sobre lo que se ha ido, cae la tarde sobre la antigua tarde de la lluvia, el silencio, las baldosas!