Madrid. En la zona donde ocurrió la tragedia en la madrugada del pasado viernes, el conocido como “barrio chino” del pueblo marroquí de Nador, en la frontera con Melilla, la policía llevó a cabo un proceso de “limpia” de migrantes subsaharianos.
Donde antes había miles de personas procedentes en su mayoría de Sudán del sur, un país en guerra y a más de tres mil kilómetros de distancia, ahora sólo hay calles vacias, permanentemente vigiladas por los agentes y la policía secreta del régimen de Rabat. De los cuerpos de los fallecidos tampoco se sabe nada, si acaso que están en la morgue de Nador, que está saturada y de la que emerge un hedor a muerte insoportable. Marruecos anunció que iniciará acciones penales contra 33 personas que participaron en el intento de salto masivo y la Fiscalía española anunció que abrirá una investigación sobre los hechos.
En el pueblo de Nador hay al menos cuatro lugares a los que ningún curioso, leáse periodista, activista de derechos humanos o simple occidental curioso puede acceder: la morgue, el cementerio, el barrio chino y el hospital. Representantes de varias organizaciones no gubernamentales, como la Asociación Marroquí de Derechos Humanos o Caminando Fronteras, confirmaron que sólo al aproximarse a esas cuatro puntos neurálgicos de la tragedia les sale al paso algún policía o agente secreto, les ordenan identificarse, les impiden el paso y les advierten que ahí sólo pueden entrar “musulmanes” o “gente autorizada”.
En el hospital se supone que permanecen, aunque no hay confirmación oficial, decenas de personas que resultaron heridas durante la crisis, entre ellos varios que el sábado pasado se encontraban en situación de gravedad. Desde entonces no se informó más y se vetó la entrada al recinto. En la morgue están los cadáveres de los fallecidos, que según la versión oficial de Marruecos son 23, mientras que las versiones de las ONG sostienen que son bastantes más, en cifras que oscilan entre los 27, los 37 y los 45. Lo que es un hecho es que de la morgue emerge un intenso olor a cuerpo inerte y que la capacidad del recinto está superada con creces, no sabe si porque había cuerpos sin enterrar antes de la tragedia o porque los muertos son muchos más de los que habla Marruecos.
En el “barrio chino” de Nador también se han intensificado los controles policiales, en este caso para alejar de la frontera a los grupos de migrantes subsaharianos, que son centenares, que han tenido que refugiarse en el monte Gurugu para evitar la represión de la policía marroquí, que incluso los agreden con piedras y con vejaciones, muchas de ellas grabadas. Y, por último, el cementerio también es un sitio vetado y controlado, pero sí ha trascendido que se están cavando al menos 16 fosas, pero que tras ser difundido y denunciado por las organizaciones se suspendieron los trabajos y se quedaron los hoyos de tierra. Se supone que ahí llevaran a enterrar a los migrantes, pero no se sabe ni cuando ni si antes realizaron las autopsias que permitan abrir la investigación judicial pertinente y la identificación del cadáver.
El gobierno de Marruecos sí tuvo celeridad en abrir causas penales contra 33 migrantes, que fueron enviados a la comisaría de Nador después de la crisis y que estarían acusados de haber cometido varios delitos, entre otros el de resistencia y ataque a la autoridad.
Desde España, donde el presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, y el conjunto de su gabinete insistieron en elogiar a la policía marroquí por lo “bien resuelto” de lo que denominó un “ataque violento contra la integridad territorial del país”. Mientras que la Fiscalía española anunció que actuará de oficio e iniciará una investigación para aclarar lo que había ocurrido, al menos en territorio español, donde lograron ingresar al país 133 migrantes subsaharianos. Todos ellos fueron detenidos unas horas después y encerrados en el Centro de Internamiento para Extranjeros de Melilla, donde permanecen recluidos supuestamente por “razones sanitarias”.