Funcionarios de bancos internacionales tratan de influir en el control de la inflación por medio de sus declaraciones. No es lo mismo que los voceros del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo o del Fondo Monetario Internacional declaren que la inflación se mantendrá cercana a 10 por ciento anual durante años a que digan que se controlará rápidamente para alcanzar el objetivo de aumentos de 2 o 3 por ciento anual en uno o dos años.
El fin de semana le tocó hacer sus pronósticos a Agustín Carstens, gerente general del Banco de Pagos Internacionales, quien presentó un informe anual y escribió el artículo “El riesgo de una era de mayor inflación requiere una acción fuerte y decisiva”.
Desde su perspectiva, si los bancos centrales refuerzan su política de aumento de tasas de interés la inflación se controlará en un periodo relativamente corto.
Sin embargo, hay tres problemas de difícil solución. El primero es que el aumento de las tasas de interés, además de frenar el crecimiento y llevar al mundo a una recesión, tiene como uno de sus efectos no deseados aumentar los costos de producción de las mercancías.
El segundo problema es que tanto la deuda pública como la privada a nivel internacional se encuentran en uno de sus niveles más altos, producto del exceso de liquidez y de tasas de interés artificialmente bajas a lo largo de los últimos años. Muchos gobiernos, personas físicas y empresas se endeudaron en exceso y si el costo del dinero sube con fuerza muchos no podrán hacer frente a sus deudas y entrarán en insolvencia, lo que agudizará la crisis.
El tercer problema es que el alza de las tasas de interés no frenará la inflación en forma automática, debido a que hay una crisis de oferta; es decir, faltan hidrocarburos, alimentos, fertilizantes, materias primas, microprocesadores e incluso bienes terminados como computadoras, automóviles y celulares. Este fenómeno genera una presión adicional en el incremento generalizado de precios.
Debido a las razones anteriores, la inflación no se podrá controlar en el corto plazo y lo más probable es que tengamos un largo periodo de aumento de precios, tal y como sucedió en la década de los setenta del siglo pasado, considerada una década perdida para muchas naciones.