El afamado doctor catarrito, Agustín Carstens, “debemos aceptar la realidad”, por lo que recomienda que los bancos centrales “suban las tasas de interés rápida y decisivamente para evitar que la alta inflación se convierta en un problema persistente por un periodo prolongado”. Ello, dice, si México quiere tener “un crecimiento económico resistente, acelerado y sostenible en el futuro, con más oportunidades para todos”. Y listo: mismas recetas, mismos resultados. Total, son los créditohabientes los que pagan por los platos rotos.
Carstens fue gobernador del Banco de México por ocho años (con Calderón y Peña Nieto; previamente fue secretario de Hacienda en tiempos del Borolas) y en ese periodo si algo brilló por su ausencia fue, precisamente, “un crecimiento económico resistente, acelerado y sostenible en el futuro, con más oportunidades para todos”, con todo y que en sus tiempos el actual director general del Banco de Pagos Internacionales aplicó la receta que hoy promueve, porque “debemos aceptar la realidad”.
Bien, pero ¿cuál fue el resultado durante su estancia en la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, cuando aplicó su fórmula mágica? El cacareado “crecimiento resistente, acelerado y sostenible” fue una tomadura de pelo, pues con él al frente de las instituciones citadas la economía a duras penas “avanzó” 1.8 por ciento en el sexenio de Felipe Calderón y 2 por ciento (hasta 2017) con Enrique Peña Nieto.
Los especuladores se dieron vuelo con esa mágica política de aumentar “rápida y decisivamente” las tasas de interés aplicada por Carstens, mientras los créditohabientes (tarjetas de crédito, hipotecas, préstamos para automóvil, etcétera) pasaron las de Caín –por decirlo suave– para no caer en moratoria, aunque a pesar del heroico esfuerzo de plano muchos no pudieron evitarlo.
Los agiotistas de la banca privada que opera en nuestro país son más que felices con la fórmula mágica de Carstens, pues saben que obtendrán mayores ganancias, de por sí desproporcionadas. De hecho, el crédito al consumo es uno de sus grandes filones, porque en tiempos “normales” su tradición es cobrar tasas de interés hasta 10 veces y más la inflación, de tal suerte que con el aumento “rápido y decisivo” del Banco de México lo único que les queda es frotarse las manos.
Para el doctor catarrito “tenemos que depender menos de los poderes curativos de las políticas fiscales y monetarias; las reformas estructurales (como buen neoliberal cada vez que menciona esas palabras se convulsiona de placer) son más difíciles de aplicar, tanto política como técnicamente, pero no hay que dar una patada a la lata para siempre”.
El hecho es que a lo largo de casi cuatro décadas las mismas “políticas fiscales y monetarias”, junto con las orgásmicas “reformas estructurales” –todas de corte neoliberal– sólo contribuyeron a obtener un raquítico “crecimiento” económico, la pauperización de millones de mexicanos, la escandalosa concentración del ingreso y la riqueza en unas cuantas manos, así como el ostentoso atraco a la nación. Pero insiste, y ya en plan de poeta social, Carstens dice que “las luces se encienden en rojo; el crecimiento salarial ya está en una trayectoria ascendente en algunos países; en muchos, el grueso de las renegociaciones salariales está aún por llegar, ya han surgido demandas de compensación por pérdidas pasadas, indexación y vuelta a la negociación salarial centralizada, a las empresas les resulta más fácil traducir el aumento de los salarios en un incremento de los precios”. ¡Olé!
Entonces, de acuerdo con Carstens, la decisión del Banco de México de incrementar la tasa de referencia 0.75 puntos porcentuales de un plumazo (el mayor aumento de los últimos 14 años) es consecuencia de mejores salarios, no de mayores precios. Y se entiende su posición, porque durante su estancia en Hacienda y el banco central defendió esa posición, amén de ser un férreo defensor de la brutal contención salarial puesta en marcha por los neoliberales.
En vía de mientras, los titulares de alrededor 28 millones de tarjetas de crédito (más de la mitad de BBVA y Banamex), más los créditohabientes hipotecarios y etcétera, etcétera, deben estar a las vivas con la fórmula mágica del doctor catarrito.
Las rebanadas del pastel:
Verdaderamente repugnante la salvaje “respuesta” de los gobiernos español y marroquí en Melilla ante el intento de miles de migrantes de cruzar la frontera. Sin duda, un crimen de lesa humanidad. ¿Y la Unión Europea, la ONU? Cómplices, como siempre.