Ahora resulta que hay muchos enojados porque los que aspiran a ganar la candidatura de Morena para la Presidencia de la República expresen abiertamente sus deseos y hablen de lo que ellos consideran sus virtudes para encarar una responsabilidad del tamaño que implica llegar a esas alturas de la administración pública.
Tal vez la molestia sea producto del vacío de oponentes para Morena, es decir, del lado derecho de la política no hay nadie que pueda considerarse del tamaño requerido para contender, con alguna posibilidad de figurar, en contra de los aspirantes de Morena.
La consigna de atacar y seguir atacando todo lo que sea o suene a la 4T, sin dar opciones, por ejemplo, para pacificar al país o para alcanzar un crecimiento económico mayor al que dejaron los gobiernos del Prian, no les ha permitido pensar en alguna solución para los problemas de México o para impulsar a alguien capaz de ir a la competencia por la Presidencia de la República.
Actos anticipados de campaña se llama la amenaza con la que se pretende restringir el derecho, no de los morenistas, sino de cualquier ciudadano con o sin partido para expresar sus deseos políticos públicamente.
Es verdad, la ley electoral de nuestro país está hecha de traumas y parchada con normas a las que se puede burlar, siempre que se tenga a algunos consejeros a favor; ley que se creó no para evitar fraudes o malos manejos de los partidos políticos, sino todo lo contrario: para darle “legitimidad” a esos fraudes y a esos malos manejos. Los ejemplos abundan.
Pero también son leyes represoras, muchas de ellas, porque sirven para inhibir o cuando menos limitar el trabajo político de mucha gente, pero también llaman a la confusión, madre de horrores electorales que se han vivido, como llevar a Los Pinos a un hombre como Vicente Fox, o como Calderón o Peña Nieto, los jinetes del desastre.
Es bueno saber de quienes aspiran porque así la elección será serena, informada, lograda a partir del análisis propio y no de especulaciones que se transmiten precisamente para crear confusión, para obligar al error.
Cuando se sabe quien aspira, también se ponen los ojos en su trabajo, en su trayectoria y en el horizonte que prometen. Parece que eso es lo que aún no se entiende y eso es lo que los desconcierta.
Si la apuesta es a que la ciudadanía pueda seguir siendo manipulada a la complacencia de algunos grupos económicos de la derecha, es muy probable que se lleven otro frentazo, pero es muy posible, también, que ya se les haya hecho tarde para entender que las cosas cambiaron, y seguirán cambiando.
De pasadita
El acto de unidad al que convocó Morena en Coahuila el pasado fin de semana se convirtió en una guerra sorda entre los aspirantes a la candidatura presidencial.
Porras, gritos y pancartas cargadas con el ADN priísta llenaron buena parte de las calles donde se desplegó el acto, en Francisco I. Madero, gobernado por un morenista.
La falta de imaginación de los estrategas de Morena que no dan un paso más allá del manual tricolor, convierten los actos políticos en ferias de desatinos, en competencias absurdas en las que no se saca en claro más que la disputa inconfesada entre los morenistas.
El pleito es a navaja pelona, sin reglas, sin límites. Si así se diseñó, la militancia deberá atenerse a las consecuencias, pero si no es así, este es el tiempo de convocar a los verdaderos tres aspirantes –ya es hora de decirle a Monreal cuál es su tamaño y lugar– a un diálogo que ajuste el proceder de cada uno en bien de una campaña que enaltezca a la política y no la siga arrastrando por el fango tricolor.
Es decir: reglas para la guerra, nada más.