Un economista experto en bolsa, Max Keiser, modela el contexto actual diciendo que ante la ofensiva de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Rusia hace valer sus mercancías, desde su gas y petróleo hasta trigo, sorgo, fertilizantes, aluminio, etcétera, poniendo en jaque no sólo a Europa, sino también a Estados Unidos (1). Este último, ya con una inflación real de 11 por ciento y el galón de gasolina de 4 dólares ahora a 10; por lo tanto, los demócratas están cerca de perder elecciones, con un presidente al que le anotan en un acordeón que “debe sentarse en su silla y saludar” (2). Para Keiser es el fin del imperio.
Así como documentamos en anteriores artículos que el SARS-COv2 es una bioarma con la que hemos sido atacados los recientes tres años, ahora el arma es que las únicas dos empresas gringas que fabrican los aditivos que convierten el pre-diésel en diésel, han parado de fabricarlo (o al menos eso dicen), de forma que se avecina una severa crisis del transporte, sean tráileres, camiones, trenes, tractores agrícolas o barcos, y se alega que esto explotará aproximadamente el 15 de agosto (3). ¿Nos afecta? Sí, mientras no produzcamos tales aditivos. Se ignora en cuánto tiempo pudiera subsanarse ese asunto, pero podrían ser de tres a seis meses.
En tanto, el Parlamento Europeo renueva la ridiculez de un pasaporte covid –enfermedad no respiratoria– (4) para la que los cubrebocas son inútiles) y obliga así a una peligrosa inyección que no es vacuna, pues no inmuniza, (5) y en Estados Unidos los derechos de las mujeres desaparecen a manos de los cristianos. Ante tal panorama, en México, mientras una convención liderada por John Ackerman intenta expulsar a los mandos impuestos en Morena apegando el partido a su estatuto, y sin dejar de hacer lo objetivo, valdría recurrir además a la lucha desde una ética de la alta conciencia, desde la ensoñación, que diría don Juan Matus, ya que desde ahí tenemos ganada la victoria sobre las conciencias materialistas y superficiales, sobre la enfermedad y la muerte (6). En México, deberíamos educar en nuestro derecho heredado a esa “conciencia de la realidad”, eso que está atrás de nuestro edificio mental y sólo es accesible ya sea parando la voz interna o ensoñando, pues un país con autoconocimiento es un país poderoso. 1) Max Keiser. 2) Biden. 3) Diésel-M. Adams. 4) Acevedo, K. 5) Parlamento Europeo. 6) Frank Díaz, Marín. Referencias en fabver.org