La colaboración pasada contenía una aseveración tan poco comedida como veraz: a la gran parte de los individuos u organizaciones de la llamada clase política no les preocupan y les tienen sin cuidado las reglas más elementales de esa disciplina a la que sencillamente llamamos gramática. Alguien me comentó: ¿si no les importan ni las normas constitucionales, por qué habrían de preocuparles unas simples sugerencias para que su comunicación pueda ser inteligible? Es cierto, si no las cumplen lo más grave que podría acontecer es que sus oyentes no los comprendieran, pero ¿y eso qué importa? Su objetivo es menos pretencioso: la gente no tiene que entender, baste con que lea o mire los mensajes y, sin entenderlos, los acepte, actúe en consecuencia y no chiste. ¿Alguna duda?
Vean, oigan, lean (y juzguen) los mensajes de los partidos políticos o del mismo INE. Estos últimos dan grima. El mensaje central nada tiene que ver con la institución, sino que son desahogos de los detentadores del gobierno del instituto. ¿Las representaciones de los partidos y de las Cámaras que conforman el Congreso conocerán previamente los contenidos de los mensajes de campaña y aprobarán también los que abruman a los millones de veedores de los canales televisivos y escuchadores radiofónicos? ¿Están dispuestos los funcionarios que otorgaron los contratos a una comparecencia abierta en la que por una parte se valoren la racionalidad y eficacia de los mensajes trasmitidos y, por la otra, se comparen los costos de estos trabajos con los imperantes en el mercado? Retiro la propuesta si todavía la compañera de uno de los históricos e intocables “jerarcos” (mucho más que Eliot Ness y sus muchachos), sigue siendo quien decida todo lo relativo a la propaganda con la que el instituto abruma a la gente a toda hora.
Al respecto, la columneta se reserva el derecho de solicitar a las autoridades de la institución toda la información relativa a este asunto. Me refiero a conocer la dependencia a la que competen directamente estas tareas a fin de que nos enteren las condiciones que norman la selección de los proveedores de tan importante labor y, por supuesto, los datos de los funcionarios especializados en estos menesteres que seguramente realizaron los estudios que definieran los temas, tratamientos, lenguaje, personajes y, por supuesto, el costo de esos minimensajes ¿Hubo convocatoria pública, abierta, reglamentada y un fallo razonado y justificado? Seguiremos hablando.
Antes de despedirnos, unas últimas palabras. El desfile del sábado me emocionó por lo que significa para todos los seres humanos, cualquiera que sea su opción de vida. Permítanme cerrar esta columneta con la opinión de Miguel Concha, quien dice que así como “la diversidad de los maíces nativos es clave para alcanzar la soberanía y autosuficiencia alimentaria, las diversidades sexuales, culturales y de identidad son también claves en la defensa de los derechos humanos” Me gustó el símil y la intención.
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