En dos tiempos (los mítines del estado de México y de Coahuila, dos semanas de diferencia entre cada domingo) quedaron establecidas las narrativas de la contienda morenista hacia 2024. De un lado, piso parejo es la demanda y consigna de los dos aspirantes menos cercanos al ánimo del sol sexenal determinante, Marcelo Ebrard, el canciller (actualmente con covid) que ayer no estuvo en el municipio norteño de Francisco I. Madero, y Ricardo Monreal, el convidado realmente no deseado, que ayer se declaró “rebelde con causa”. Por otro lado, unidad y preponderancia “del proyecto”, más que de las personas, es la línea discursiva de los sí alineados, el secretario de Gobernación, la jefa del gobierno capitalino y el presidente formal del partido.
Mitin morenista en Coahuila que no pudo dar la imagen unitaria deseada por las cúpulas. El ex gobernador de Zacatecas hizo un discurso cargado de críticas que de inmediato fueron refutadas por el oráculo de Bucareli, el Adán guardián del paraíso sexenal que en Toluca había anunciado electoralmente que “los tiempos del señor son perfectos” y ahora, en la entidad con capital en Saltillo, pretende expulsar del devocionario guinda las referencias a la sublevación o resistencia internas: no es un asunto de sumisiones o rebeldías, sino de apoyar el proyecto de la Cuarta Transformación, dijo López Hernández, quien añadió una frase aherrojante, inhibitoria: “no es momento de debates políticos, ni de regatear nada, es momento de López Obrador”.
Claudia Sheinbaum caminó por la misma línea de coincidencia, mientras Mario Delgado insistió en que el mejor método para la postulación de la candidatura presidencial es el de las encuestas y que por ello se sostendrá (aunque está pendiente un congreso nacional, que entre sus facultades tendría la de mantener, rechazar o modificar tal método).
Para ejemplo, con fundamento en algún mecanismo etéreo, se dio a conocer que los contendientes en busca de la candidatura a gobernar Coahuila son cuatro: el estrafalario senador Armando Guadiana, que ya lo fue y muy difícilmente volvería a serlo, útil sólo para momentos electorales a la baja; el delegado de los programas federales en la entidad, Reyes Flores (que fue presidente estatal del PAN), y las dos cartas reales de la competencia interna, Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana, que llegó al cargo con Alfonso Durazo y ha seguido con Rosa Icela Rodríguez y, entre algo más que cejas alzadas de militantes morenistas, Luis Fernando Salazar (impulsado por Mario Delgado), quien durante más de dos décadas fue panista, apoyador de Felipe Calderón y su llegada fraudulenta al poder y sus políticas, y diputado federal a nombre del PAN en 2018, que luego pasó (con menos vehemencia, pero al estilo desertor de Lilly Téllez) a la bancada de Morena en San Lázaro.
Un día antes de la corcholatiza en el municipio de Francisco I. Madero, cercano a Torreón, el Partido Revolucionario Institucional había mostrado fuerza, al estilo clásico, en un acto público con miles de asistentes para la toma de protesta de sus nuevos dirigentes municipales.
En esta reunión priísta estuvieron Alito Moreno, presidente nacional del partido, el gobernador Miguel Ángel Riquelme y Manolo Jiménez, secretario de Inclusión y Desarrollo Social del gobierno estatal, a quien se menciona como el virtual candidato tricolor a la sucesión.
Según los mandos del tricolor, Morena se topará con pared en Coahuila. Es mucho el rechazo a la nefasta historia de continuidad priísta en la entidad, con los hermanos Moreira y el sucesor Riquelme como ejemplos recientes. Pero la derrota del dinosaurismo norteño mucho dependerá del perfil del candidato de Morena (¿defendible a fondo, sacrificable en eventual negociación por el estado de México?) y de la capacidad de organización genuina del hartazgo popular. ¡Hasta mañana!
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