El dramaturgo Ángel Hernández, quien fue voluntario de una brigada de apoyo humanitario en la línea fronteriza entre Polonia y Ucrania, creó el proyecto Wieczór, compuesto por una serie de correspondencias con legionarios mexicanos que decidieron combatir en Ucrania en el contexto del desplazamiento forzado por la guerra.
El texto dramático de esas correspondencias se materializará en un proyecto de intervención e instalación escénica previsto para presentarse durante el festival Teatro para el Fin del Mundo, en conmemoración de sus 10 años.
En entrevista, Hernández explica que wieczór es una palabra que, en polaco abre un espacio para hacer referencia a un momento que no corresponde ni a la noche ni al día. Metáfora que recupera la complejidad de una condición política y anímica frente a la condición de quienes deciden integrarse a las filas del ejército de un país extranjero.
El fundador de Teatro para el Fin del Mundo comentó que el propósito inicial de su proyecto era acompañar a comunidades ucranias desplazadas por la guerra para conformar un archivo documental basado en testimonios, crónicas de viaje, recopilación de imágenes y objetos, bitácoras, diseño de cartografías y registro de trayectorias.
Sin embargo, su perspectiva cambió cuando conoció a otros mexicanos voluntarios de un centro de refugiados ubicado en una plaza comercial abandonada llamada Tesco, donde se instaló una unidad de acopio, comedor, enfermería, ludoteca, asesorías legales, mesas con representantes de otros países que ofrecen refugio y dormitorios para hasta 300 personas por día.
“El centro funciona gracias al apoyo de voluntarios, oenegés, artistas y periodistas. Ahí me entrevisté con otros voluntarios, activistas y ucranios en busca de refugio, con el fin de abrir un mapa relacional entre el conflicto, la crisis humanitaria consecuente al desplazamiento, las alternativas de soporte que puede tener de la comunidad internacional, pero, sobre todo, la situación de mexicanos que se han sumado a las fuerzas ucranias.”
Hernández considera que “la ocupación rusa representa un ejercicio de exterminio que sacude el imaginario de lo que en algún momento podríamos considerar que era posible lograr mediante el diálogo entre naciones; además, nos enfrenta con la realidad de una guerra que en pleno siglo XXI pone en riesgo la estabilidad mundial”.
Sobre su experiencia en la línea fronteriza, Hernández señala que esa situación lo coloca en una confrontación crítica con los sistemas de dominación, poder y exterminio que no sólo están presentes en Ucrania, sino en muchos otros sitios del mundo.
“En México vivimos otro tipo de guerra; aunque resulte absurdo comparar las cifras de desaparecidos con las bajas de civiles a manos del ejército ruso en Ucrania o el número de desplazados en Venezuela a la cifra que se registra hoy día en Mariúpol, me doy cuenta de que cada guerra, de alta o baja intensidad, con mayor o menor número de víctimas, tiene implicaciones irreparables de pérdida y dolor, y se vuelve irrepresentable ante cualquier proyecto, que, como en el caso de Wieczór, pretenda implementarse dentro de un dispositivo artístico.
“El sufrimiento de un pueblo, la injusticia y la impunidad son instancias de alto alcance para la reparación de un daño que, aunque la historia condene, sabemos puede llegar a ser irreparable.”
El dramaturgo mexicano recorrió en un mes zonas fronterizas, principalmente en las ciudades de Przemyśl, Medyka y Korczowa, en Polonia, y Krakovets, Shehyni y Butsiv, en Ucrania. Posteriormente, visitó Cracovia, Varsovia, Praga, Berlín y París, donde muchos refugiados han sido recibidos por familias locales con la intención de que se integren en campos laborales para rehacer una vida en esas ciudades o retornar a Ucrania.
Éxodos comparables
Para Hernández ha sido doloroso ser testigo del conflicto, “pero en el caso del éxodo ucranio se han abierto muchas alternativas de apoyo, solidaridad y asilo que no se generaron en otros desplazamientos humanos en años recientes, como el éxodo masivo de sirios e iraquíes en 2015, que también tuve oportunidad de conocer de cerca, y que no tuvo esa suerte. Ni la reciente migración de afganos tras el regreso de los talibanes al poder, o de comunidades centroamericanas que cruzan México para llegar a Estados Unidos desde hace más de medio siglo.
“Conflictos de esta naturaleza, así como el de la resistencia que el pueblo palestino ha llevado contra la ocupación y los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el estado de Israel, son comparables en términos de emergencia humanitaria a la situación en Ucrania. Ese contexto, cualquier comunidad en el mundo que sea víctima del atropello a las garantías más esenciales de sus derechos humanos, debe ser igualmente equiparable en términos de justicia y solidaridad por otros pueblos del mundo.”
De acuerdo con Hernández, la situación es bastante delicada. “Durante las semanas recientes se ha intensificado la vigilancia de corporativos privados y elementos del ejército polaco y ucranio debido a posibles amenazas de ataque, y a numerosas redes de trata que operan en la zona, de las que son víctimas sobre todo mujeres jóvenes, niños y niñas ucranias”.
Ángel Hernández expresa que estos 10 años de Teatro para el Fin del Mundo “representan un periodo de confrontaciones. De integrar estrategias de trabajo colectivo frente a una estructura de violencia imperecedera en ciudades que, como en el caso de Tampico, Tamaulipas, van cambiando su modo de operar (quizá desde una perspectiva más compleja) dentro del tejido social, el miedo y el control de los espacios públicos y privados de la ciudad.
“Nuestro enfoque ha estado relacionado con reflexionar a partir de las prácticas situadas, las alternativas de intervención que deja la ruina de los espacios de vida, como una alternativa crítica de recuperar su memoria, pero también su estado activo de producción de sentido.
“Al paso de 10 años, muchos de estos espacios se encuentran demolidos, a consecuencia de lo que se ha denominado un cartel inmobiliario, que avanza con éxito en el propósito de privatizar, reconstruir comercios y viviendas, pero también ampliar un fenómeno de gentrificación nunca antes registrado y agudizado durante la emergencia sanitaria.
“Eso, más el riesgo que corremos los involucrados en el proyecto al ser víctimas de amenazas del crimen organizado, complejiza nuestra práctica y nos ha obligado a reforzar los sistemas de seguridad.
“En todo ello, la participación de la organización central integrada por Nora Arreola, Mario Deance, Lucero Arreola, Natzyeli Hernández, Marion Deance y Sabina Hernández, así como por solistas y colectivos escénicos del mundo, ha sido definitiva para lograr una década de labor ininterrumpida”.