“Las personas transgénero no tenemos cabida en la agenda emocional del país”. Esta convicción moral la comparte Claudia Vásquez Haro, activista veterana originaria de Perú, residente en Argentina, directora de la asociación civil Otrans, quien después de haber completado su transición identitaria de hombre a mujer dos décadas atrás, se dedica a defender los derechos civiles de la minoría travesti-trans, la más incomprendida y hostigada de todas. En Nuestros cuerpos son sus campos de batalla (Francia, 2021), su primer largometraje documental, la realizadora gala Isabelle Solas propone una película coral, reunión de voces militantes trans, para centrarse luego en las expe-riencias de dos mujeres, la izquierdista kirchneriana Claudia y la antropóloga y especialista en estudios de género Violeta Alegre, y contraponer dos visiones muy opuestas de una misma lucha. Por un lado, una postura reformista que desde un enfoque académico pugna por cambios legislativos como el que condujo en 2013 a la aprobación de una ley de identidad de género que reconoce el derecho a la libre decisión de las personas en materia de elección de género; por el otro, una actitud libertaria que denuncia, sin cortapisas, la persistencia de fenómenos tan graves como los crímenes de odio provocados por la transfobia, y sobre todo por la incapacidad de los agresores de asumir y manejar sus propios deseos sexuales, situación que los conduce a eliminar físicamente a quien los ha provocado.
Para la directora del filme, la legislación vanguardista argentina contrasta mucho con la contrarreforma derechista que en Francia impulsaron por la misma época, en manifestaciones multitudinarias, los detractores del matrimonio igualitario y otros derechos de las minorías sexuales. La paradoja es clara: en un país latinoamericano tachado de machista, los avances en derechos sexuales y reproductivos pueden y suelen ser más contundentes que en la propia civilización eurocentrista que presume ser la mayor defensora de los derechos humanos. Si en un primer tiempo el documental de Isabelle Solas describe con detalle el ambiente de asambleas y protestas callejeras (desde el colectivo trans hasta las marchas feministas de la marea verde), en una suerte de panorámica de la disidencia queer, un tanto al estilo de la cinta 120 latidos por minuto (Robin Campillo, 2017), paulatinamente se va afianzando el tema que más interesa a la cineasta: la reivindicación del cuerpo como un espacio de libertades. El lema detrás del título estuvo presente en las marchas feministas argentinas, “Tu cuerpo es tu campo de batalla”, y hace referencia lo mismo a la interrupción voluntaria del embarazo, un derecho vulnerado hoy en Estados Unidos, que a la libre elección de una identidad de género distinta a la consignada en el nacimiento. Según afirma una militante trans en la cinta, para una persona transgénero la identidad es algo indisociable de su propio cuerpo, pues “el día en que esa persona sale a la calle, ya no hay un clóset y el cuerpo se vuelve una herramienta de lucha”. Claudia y Violeta, las mujeres trans entrevistadas en la cinta, hacen hincapié en una postura radical que supone presentarse ante la sociedad como travestis-trans, debido a que esa nueva corporalidad, desafiante y distinta, cuestiona de fondo –más que el tránsito de un género a otro– la tiranía de lo binario (hombre/mujer) como concepción única y excluyente de lo que debe ser el aspecto físico de las personas, y la idea de una naturaleza humana por siempre inamovible.
Uno de los asuntos que mejor señala el documental es la incomprensión total por parte de algunas feministas de la importancia y alcance de las reivindicaciones de la comunidad transgénero y travesti relacionadas con la libre disposición y el control inalienable del propio cuerpo –un persistente reclamo del propio feminismo radical. En una escena notable, durante un tributo a la septuagenaria Angela Davis, la legendaria activista afroamericana señala con lucidez hasta qué punto debería darse cita en una lucha feminista consecuente, el cruce de las cuestiones de género, clase social y raza, así como el combate al capitalismo y a su soporte tradicional, el patriarcado. No es nada distinto el planteamiento que proponen las amazonas trans en Nuestros cuerpos son sus campos de batalla.
Esta película es un estreno de MUBI, plataforma digital de cine de arte.