Aunque en las últimas décadas el acceso a la universidad se ha masificado en América Latina, dicho factor no necesariamente ha impulsado la movilidad social en esa misma medida ni ha reducido los niveles de desigualdad, advirtió Cristóbal Villalobos, investigador de la Universidad Católica de Chile (UCC).
Muchas veces, señaló, los estudiantes no obtienen título “de prestigio” para el mercado laboral ni tienen contactos para acceder a buenos empleos, fenómeno que ha producido un “desencanto” con la educación superior y minado el concepto del progreso mediante el mérito y el esfuerzo, pero también puede llevar a los jóvenes a participar en proyectos de bienestar colectivo, no sólo individual.
En entrevista con La Jornada, el subdirector del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación de la UCC indicó que Latinoamérica ha sido la región donde la matrícula de nivel superior ha crecido con mayor fuerza en los últimos 30 o 40 años, por lo que se puede hablar de un proceso de “masificación” del acceso a la universidad.
La mayoría de los estudiantes que han ingresado a este nivel –en más de un millón de instituciones que hay en toda la región– son de estratos sociales medios y medios-bajos, y aunque “eso en general permite cierta movilidad social y puede generar cierta reducción de los niveles de pobreza, no es tan claro el efecto en la desigualdad”.
Lo anterior, expuso, se debe a que muchos alumnos acuden a centros educativos cuyos títulos “después son vistos en el mercado laboral de manera desfavorable. La explosión de universidades y carreras ha generado que muchas de ellas no sean vistas como una profesión. Además de saturación, hay precarización de los certificados académicos”.
Lo anterior, advirtió, da lugar a “cierta movilidad intergeneracional, pero no hay recambio grande de quienes están en los espacios de poder. Muchos estudiantes sí tienen mayor acceso a bienes de consumo que sus padres, pero eso no cambia la estructura de la sociedad y se siguen reproduciendo patrones de desigualdad”. Esta falta de cumplimiento de sus expectativas, alertó, genera “desencanto por la ruptura de la promesa incumplida de la movilidad social”.