Estos días poselectorales han fijado la mirada, neciamente, en la reditada disputa del futuro nacional. Tal vez la razón sea la fuerza mostrada por Morena en este junio que todavía no acaba. O, tal vez sea porque hay necesidad de redondear ideas y conjugar oportunidades entrevistas para cada contendiente. Sí, eso puede ser además de otras muchas vicisitudes que se suceden con pavorosa velocidad. No bien se deja de examinar lo pasado en las urnas de seis estados cuando las inquisitivas preguntas se dirigen hacia el crucial estado de México. Un bastión de poder que recibe, qué duda cabe, las atenciones que bien merece. Ahí se desarrollará buena parte del juego político que patalea en el presente republicano.
El PRI parece desear, para sí mismo, una resurrección que lo reponga a la altura de la competencia que se avecina. Poco importa que sus fuerzas estén menguadas hasta el extremo de pensar en su extinción por no pocos de los muchos observadores y, sobre todo, por los propios militantes. Los pleitos desatados en sus meras cúpulas magnifican, al parecer, la indetenible decadencia. El conciliábulo que juntó a la enojada y alarmada pléyade de antiguos mandones no hizo más que agrandar el desprestigio. Todos, o casi, son personajes que usaron la función pública para hacer negocios y enriquecerse. Fueron perdedores de posiciones al por mayor. Carecen, por tanto, de la mínima calidad moral.
Empero, la decidida actitud de su actual dirigencia por prolongarse en las devaluadas posiciones directivas empañan, aún más, sus capacidades de regresar a ser actor principal. Pero no importan tantos detalles derrotistas parecen exclamar sus partidarios. Sigan adelante y vean ese futuro que aguarda un tanto más allá de los incautos y los ahora muchos predicadores de derrotas. Una vez más podremos sostener al estado de México que tantos favores, servicios y haberes nos ha permitido por tantos años, gritan sin mucha convicción. Ciertamente, ese territorio ha sido un bastión, casi inagotable, para un grupo de políticos, negociantes, traficantes de influencia, simuladores y lideres de poca y mediana monta –incluyendo al ex presidente. Bien vale, entonces, un esfuerzo adicional para conservarlo aunque, las posibilidades de mantenerlo, hayan huido de sus capacidades efectivas. Ahí están, poniendo su mejor rostro de dirigentes avezados, en completa postura para mangonear el tesoro. No rendirán la plaza a pesar de los pronósticos reservados que saltan por ahí y por allá.
En pasada colaboración advertí sobre el costo electoral que tendría para el tricolor su pasada y cantada oposición a la reforma eléctrica. Aseguré que, la ciudadanía, mayoritariamente proclive a su aprobación (según varias encuestas), llevaría a las urnas su enojo. Así fue, al menos en parte. Pero esa actitud de rechazo al PRI proseguirá hasta su finiquito en el tiempo. Hay, sin embargo, chance que, todavía, sea asunto a considerar, de nueva cuenta, el año entrante. Los estados de México y Coahuila bien podrán escenificar otra fase de cobro. Esto bastará para ponerle, al grupo Toluca, muy difíciles sus entusiasmos y preparativos para dar la pelea. Los pronósticos derivados de estudios demoscópicos ya lo revelan. En ese ambiente, también juegan las observadas tendencias, inveteradas, que certifican la consistente caída en la votación del longevo partido, hasta hace poco todavía dominante, al menos regionalmente. Son sus últimos baluartes en juego y las discrepancias entre sus grupos dirigentes no hacen sino enturbiar sus dolencias.
Los llamados a ciertos prohombres toluqueños para cerrar filas, que se oyeron por acá y desde Madrid, habrá que tenerlos en cuenta. Ciertamente no fueron dirigidos a auscultar a los mexiquenses, como debía de ser, sino para vigilar la sospechosa conducta, ya bien documentada, de esos dirigentes en varios momentos del pasado. El uso de masivos recursos, indebidos e ilegales, que se acostumbran en la vasta geografía electoral del principal estado del país, obliga a una cautelosa y anticipada actitud de precaución. De manera determinante para las alegres cuentas, que hace la opinocracia en la difusión, jugarán las incapacidades tanto del conjunto de dirigentes del PRI como los del PAN. El previsto conflicto empezará al designar al candidato a gobernador. El volumen y entrecruce de intereses grupales prefiguran jaloneos y conflictos de calado. La figura del que, finalmente, será el abanderado de esa coalición, ocasionará tensiones que saldrán a la calle. Después, habrá que poner el acento en el uso de recursos de muy variada clase que se esconde en la frase de “no entregar el estado”. Y, a continuación, quedará pendiente la adecuada selección del abanderado de Morena para cerrar el cuadro.