Uno. En Bruselas, un tribunal dictó el veredicto final sobre Antony Givoine, quien trató de incendiar la puerta de la embajada de Bielorrusia. En el edificio había personas durmiendo, incluido un niño. No hubo víctimas.
Dos. Tras confesar la agresión, Givoine declaró a los jueces que se trataba de una “protesta pacífica”, similar a la de cuatro días antes, cuando colgó un candado en la entrada de la legación diplomática.
Tres. En la capital belga, el buen Antony oficia de pastor en la Iglesia ortodoxa ucrania, donde enseña los fundamentos de la religión a los niños. Y los hechos acontecieron en agosto de 2021, seis meses antes de la “invasión” u “ocupación militar” de Ucrania. ¿Casualidad o causalidad?
Cuatro. Un caso para el detective Maigret, inolvidable personaje del escritor belga Georges Simenon. Porque en sus “redes sociales”, el pirómano pastor aparece en fotografías luciendo el uniforme de un batallón neonazi en el campo de entrenamiento de “un-país-de-Europa-del-Este”.
Cinco. Otro caso similar. En Cisjordania, el viceministro de Asuntos Religiosos de la entidad terrorista llamada “Israel”, Matan Kahanan, declaró en una escuela secundaria: “Si hubiera un botón que se pudiera apretar para hacer desaparecer a todos los árabes, o enviarlos en tren expreso a Suiza, yo apretaría ese botón”. ¿Casualidad o causalidad?
Seis. Algunos se inclinan por lo “casual”, creyendo con devoción en el orden fijo e inmutable pautado por Parménides y Platón: “todo está escrito”. Otros piensan en las “causas”, empatando con el “motor” de Aristóteles y el e pur si muove de Galileo.
Siete. Sin embargo, los chinos aseguran que casualidad y causalidad son inescindibles, añadiendo que el azar también cuenta en las cosas de la realidad. “¡Pamplinas!”, responden los maniqueistas: “¡En la vida no hay casualidades!”, “¡todo tiene sus causas!”. Afirmaciones que de un modo u otro encubren la idea de predestinación (“¡Dios lo quiere!”).
Ocho. Hacia mediados del siglo XIX, la mítica idea de predestinación fue “actualizada” con un barniz positivista y cientificista, de innegable motivación racial. V.gr.: “Destino manifiesto” de los estadunidenses, “carga del hombre blanco” de los ingleses, “la tierra prometida” de los sionistas.
Nueve. En el dintel de su escuela para iniciados, Pitágoras labró en piedra su célebre sentencia: “todo es número”. Sin embargo, 2 mil 500 años después, en Austria, un grupo de filósofos, matemáticos, lingüistas y antropólogos, la convirtieron en liturgia del capitalismo occidental (Friedrich von Wieser, Ludwig von Mises, Karl Popper, Friedrich Hayek, Milton Friedman).
Diez. Hayek ganó el Nobel de Economía en 1974, y Friedman lo obtuvo en 1976 por su contribución intelectual al Chile de Pinochet. País-probeta de un ensayo destinado a probar, “científicamente”, que se podía matar, torturar, hambrear, sin cargo de conciencia. Falacia que recibió el nombre de “neoliberalismo”.
Once. En AL, los clérigos del neoliberalismo provienen de las viejas oligarquías que, históricamente, negaron en la praxis lo que predicaban en teoría: “libertad y democracia”. Y en los últimos decenios, liberales, conservadores y “librepensadores” se fueron fusionando, “globalmente”, en defensa de sus intereses.
Doce. Con todo, pueblos, estados y naciones de AL empiezan a entender la necesidad de “vivir de lo nuestro”. Cosa que José Martí vislumbró en su ensayo Nuestra América: “El vino, de plátano, y si sale agrio, ¡es nuestro vino!” (1890).
Trece. No dudo de que “el vino de plátano” debe saber horrible. Pero creo que la metáfora se entiende. De ahí la respuesta feroz de las derechas neoliberales, que nos enroscan la víbora para seguir viviendo de lo ajeno. Por lo demás, sería inconveniente subestimar sus “méritos”. Entre estos, recurrir a los medios masivos de comunicación para endosar su incompetencia al Estado y “la política”.
Catorce. En Estados Unidos y Europa occidental, la llamada “nueva derecha” atiza el fascismo y su expresión más criminal: el nazismo. Que en sus variables “neo” renace con fuerza creciente, cual hierba después de la lluvia.
Quince. En Los orígenes de la filosofía, el profesor argentino Rodolfo Puiggrós (1906-80), de grata memoria en México, apuntó: “La historia no es una sucesión de momentos estáticos, más o menos largos, separados entre sí. Cada momento histórico, por el contrario, destruye al precedente al absorberlo, y se anula en el siguiente al disolverse en él” (Ed. Costa Amic, México 1962, p. 26).
Dieciséis. Nada está escrito. No obstante, las señales de un “cambio civilizatorio”, son innegables. Habrá que ponderar, entonces, lo dicho en días pasados por Vladimir Putin: “El mundo unipolar llegó a su fin”.