El pasado domingo 12, en Toluca, Marcelo Ebrard abandonó el templete cuando Mario Delgado (su antiguo compañero de andanzas políticas y financieras) convocaba a mantener la unidad de la tricorcholatería oficializada (Claudia, Marcelo y Adán: ClaMAd).
El canciller evitó sentirse escénica o auditivamente comprometido con las proclamas unitarias del presidente del partido guinda y antes, en su turno al micrófono, había advertido: “... sabrá nuestra dirigencia mantener la unidad, porque la unidad se construye con el respeto, se construye cuando hay suelo parejo”.
Al bajarse del templete, antes de tiempo y sin motivo a la vista, Ebrard también evitó tomarse una foto de unidad que se había considerado para cerrar el acto, con Delgado, la secretaria general Citlalli Hernández y los corcholatos y corcholata antes mencionados enlazando las manos en alto, en señal no sólo de la victoria esperada sino, sobre todo, de unidad, que fue el concepto central de varios discursos.
Una semana después, en Guadalajara, el político forjado con el fallecido Manuel Camacho Solís protagonizó una especie de confirmación premium de su destape tripartita de las mañaneras, asumido con una permisividad que rebasó el hasta ahora relativamente cuidadoso caminar futurista de Claudia y Adán, éstos aún anclados en negar como autorizadas las campañas de Internet o en vehículos (por ejemplo), diríase que atentos al ritmo específico que les es marcado desde Palacio Nacional, tentativamente deseosos de no dar demasiado material a sus adversarios y al Instituto Nacional Electoral para sancionarlos.
Pero Marcelo se desbordó. Se preparó un escenario propio, ya no las visitas de apoyo a candidatos a gobiernos estatales ni la participación en actos con algún motivo coartador.
Bueno, un poquito: oficialmente fue una reunión sobre temas de política exterior, pero en concreto fue un destape explícito, con un par de miles de asistentes, según reportes de los organizadores; con asistentes desde estados vecinos y una plantilla de legisladores locales y funcionarios municipales que no necesariamente han de ser tomados como comprometidos tajantemente con la candidatura marcelista.
Ya el destapador único había dicho en su mañanera que las corcholatas tendrían oportunidad de “pelar el diente” usando tres horas de las ocho en que no trabajaran (y se supone que descansarían), pero no más. Sin embargo, el plan de precampaña que anunció Ebrard va más allá: giras por toda la República, comité con la senadora Malú Micher al frente y activismo en redes sociales (sobre todo WhatsApp), que comenzó el canciller a mezclar con su horario de servidor público.
El acto de Guadalajara tuvo un promotor peculiar: Tomás Vázquez Vigil, un personaje de larga carrera en el viejo PRI (fue delegado en Coyoacán, senador y funcionario en administraciones de su natal Jalisco) y en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, siempre bajo el mando de Elba Esther Gordillo, en el último tramo como partícipe de las Redes Sociales Progresistas, aunque luego distanciado. Recuérdese que Gordillo ha dicho que tiene tres “debilidades políticas” y una de ellas es Ebrard.
Ayer mismo, el dirigente formal de Morena, Mario Delgado, expresó algo parecido a una aceptación del acto dominical de Ebrard en Guadalajara, pero insistió en que lo importante es mantener la unidad.
La pregunta central radica en saber si Palacio Nacional está conforme con este ritmo y tono personales de Ebrard pero, en especial, si éste ya decidió construir una ruta de salida, con base social organizada, ante la eventualidad de que no sea favorecido por el milagroso método de las DedEncuestas.
Claro, siempre debe tenerse en cuenta que sobre los entusiasmos futuristas de Ebrard sigue amenazante el expediente de la Línea 12 del Metro, utilizable no ante la disciplinada Sheinbaum, pero sí en algún otro caso de disensos o deserciones a la hora de la decisión suprema. ¡Hasta mañana!
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