El poemario Principia tiene como eje un acercamiento “íntimo y personal” al discurso científico que a veces es lejano, pero que es “un lugar muy fértil para la creación poética”, sostiene en entrevista la escritora Elisa Díaz Castelo, sobre su libro presentado ayer.
“Siempre me ha interesado la ciencia. La idea era tratar de acercarme a su discurso, a veces lejano, y tratar de rescatar elementos que establezcan una relación distinta con él. En este proyecto todos los poemas tienen que ver con las distintas disciplinas científicas”, explica la poeta a La Jornada.
La autora escribió el texto entre 2015 y 2017, ganó el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 y fue editado en Tierra Adentro. Ahora se relanza en Elefanta Editorial.
El título alude a la Principia Mathematica, de Isaac Newton. “La palabra latina ‘principia’ se lee en español como en femenino, por eso quise titularlo así. Abreva de distintas formas de discursos científicos, desde la biología hasta la astrofísica o la cosmología, incluso las instrucciones para hacer un experimento: el famoso método científico”.
Díaz Castelo menciona que otro tema de su poemario es la religión: “A lo largo del libro me preguntaba la diferencia entre conocer y creer, y cómo incluso el conocimiento participa de la fe. Me intriga y me fascina que muchas cosas que conocemos científicamente no podríamos comprobarlas, entonces también hay un elemento de fe en nuestra forma de conocer el mundo”.
Agrega: “Mucho de aquello que existe es invisible, lo cual es otra de las fascinaciones de este libro. En ‘Credo’ hablo del universo a gran escala, y en otro poema hablo de los microbios que nos habitan y los ínfimos seres que integran nuestro microbioma. Todos estos son planos de la realidad científicamente comprobables, pero que no miramos, no experimentamos en carne propia de forma consciente, aunque existen. Hay un juego con lo invisible y la fe.
“Existe una línea entre la fe, la inteligencia y el conocimiento. Hay un ir y venir entre esos elementos que da forma al conocimiento; o sea, el conocimiento participa a la vez de la inteligencia y de la fe, aunque hay quienes no estarían de acuerdo.”
Reconoce que muchos poetas “antes que yo han establecido vínculos entre ambos discursos y han estado fascinados por la ciencia y por lo que ésta ofrece a la poesía”.
La también traductora recuerda que de pequeña fue “intensamente creyente y con el paso del tiempo fui perdiendo la fe. Esa batalla interior está muy presente en este libro: mi relación con la fe y con diferentes formas de narrar el principio y el final de los tiempos, porque pienso que tanto las religiones como la ciencia lo narran de distintas maneras, y eso me parece fascinante”.
Añade que “los seres humanos siempre van a buscar sistemas de fe a los que afianzarse y que den una noción de sentido y de unidad, de comunidad, pero siempre están cambiando estos sistemas de fe. Entre mis conocidos está al alza la astrología, por ejemplo, el tarot u otro tipo de sistemas, pero que son estructuras relacionadas con la fe y con las mismas bases. También se podría decir que las redes sociales están creando esa cohesión social que antes era uno de los usos fundamentales de la religión”.