Ciudad de México. Cuando se convirtió en el sexto secretario general de la CTM, Carlos Aceves del Olmo tenía la edad en que los obispos pasan a retiro: 75 años. Fue en enero de 2016 cuando asumió el cargo a la muerte de Gamboa Pascoe. Para entonces, calculaban analistas sindicales, Aceves del Olmo había sido tres veces diputado federal y dos veces senador, además de controlar unos 200 contratos colectivos de trabajo a través de una treintena de sindicatos.
En la dirección nacional de la CTM acompaña a Aceves una robusta lista de secretarios generales adjuntos que, por tradición, son los posibles sucesores de un secretario general que sólo se retira “con los pies por delante”. Así ha ocurrido con sus antecesores, que murieron en el ejercicio del cargo. Él, en cambio, ha prometido que se irá cuando su salud no le permita seguir al frente de la central obrera.
En la actual lista están Abelardo Carrillo Zavala, Alfonso Godínez Pichardo, Ismael Flores Cantú, Gerardo Cortés García, Víctor Fuentes del Villar, Héctor Hugo Varela Flores, Rafael Yerena Zambrano, Jorge Doroteo Zapata, Fernando Salgado Delgado y Tereso Medina Ramírez.
Varios de ellos figuran en la lista más por reconocimiento a su longevidad que por sus méritos o posibilidades reales de suceder al actual secretario general. Otros dirigentes no figuran en el listado de secretarios adjuntos, aunque su peso en la CTM sea importante.
Es el caso de líderes como Javier Villarreal, que en Sonora controla importantes sindicatos de la industria automotriz y el emblemático contrato de la minera de Cananea. O de Cuauhtémoc Plascencia, dirigente de autotransportistas que presume centenares de miles de afiliados. O de líderes estatales que no necesariamente responden al mando nacional, como el veracruzano Víctor Manuel García Trujeque.
Entre los miembros de la nomenclatura destacan los ahijados de los viejos dirigentes, como José Luis Carazo, quien a fines de octubre de 2021 recibió un reconocimiento por sus 15 años de representar “dignamente” a los trabajadores en el Consejo Técnico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). El reconocimiento fue entregado, elogio de por medio, por el director del instituto, Zoé Robledo.
En 2019, Carazo fue ratificado–sumaba ya 10 años en el cargo– como representante del sector obrero en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, órgano encargado, entre otras cosas, de fijar los incrementos anuales de los minisalarios.
A Carazo le gustaba, en ese papel, burlarse de los “expertos de la UNAM” que documentaban la tragedia salarial mexicana. “Todos presentan lo mismo, unos con rayitas y otros con barritas, pero lo mismo. Pero no saben, ninguno de ellos da salarios ni cobra”, decía en 2015, mientras aguardaba la develación de la estatua de Joaquín Gamboa Pascoe.
El líder cetemista, que dio sus primeros pasos al lado de Wallace de la Mancha –legendario golpeador de la CTM–, aceptaba que México está entre los países con salarios más bajos del mundo y manejaba con soltura cifras y proyecciones, para rematar: “¿Para qué queremos aumentos si se va a disparar la inflación?”.
En lo que va del sexenio actual, Carazo ha olvidado predicciones como la anterior y se ha concentrado en solicitar que el incremento al salario mínimo sea por encima de la inflación y en el mejoramiento de los salarios profesionales.
Fidel Velázquez, el sempiterno líder que sólo se retiró “con los pies por delante” hace 25 años. Foto ‘La Jornada’.
Conocido por seguir los pasos de Joaquín Gamboa Pascoe, por sus gustos por la ropa cara, Carazo es además secretario del Trabajo del comité nacional cetemista, encabeza un par de sindicatos nacionales y ha figurado en la dirección nacional del PRI.
Un caso similar es el de Fernando Salgado, quien durante algún tiempo fue el más joven en la cúpula de la CTM (nació en 1966), gracias a que Joaquín Gamboa Pascoe fue su padrino de bautizo.
Las nuevas reglas han metido en problemas a algunos de los más relevantes líderes de la CTM. Es el caso del coahuilense Tereso Medina Ramírez, quien fue derrotado por un sindicato independiente y perdió el contrato de la planta de General Motors (GM) en Silao, Guanajuato.
Mecánico automotriz, Medina estudió la licenciatura en derecho en la universidad de la propia CTM. Ya líder y empresario –como muchos dirigentes que son prósperos emprendedores– se hizo de una maestría en la Escuela Libre de Derecho.
Antes de “rendir la plaza” en GM, el líder viajó a Detroit y Washington, de donde volvió convencido de no pelear más el contrato del gigante automotriz.
Esa derrota no socavó las ambiciones políticas del líder, quien busca ser candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila en 2023. Su cercanía con Humberto Moreira, de quien fue colaborador, sería clave en sus aspiraciones.
En octubre de 2019, Aceves del Olmo presentó un libro sobre la historia de la CTM. El escenario de privilegio fue el Castillo de Chapultepec. Oradoras centrales fueron la periodista Beatriz Pagés –hoy destacada opositora– y la senadora Beatriz Paredes. Para la ex gobernadora de Tlaxcala, la mayor aportación de la CTM en beneficio de la clase obrera fue “empujar hasta donde es posible sin poner en riesgo las fuentes de trabajo”. La otra cara de la moneda, que naturalmente ignoró la senadora, fue que la CTM jugó un papel clave en la tardía ratificación de instrumentos internacionales favorables a los trabajadores y en la vergüenza nacional de tener uno de los salarios más bajos del mundo (en 2018, en el arranque de este gobierno, México tenía un promedio salarial de 4.6 dólares diarios, contra 16.8 dólares del resto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE).
Datos como los anteriores sólo echarían a perder el evento que, más que presentación de un libro, era un homenaje al líder.
Aquel día, Aceves del Olmo se remontó a la época en que fue asistente de Fidel Velázquez y habló de la primera vez que el lechero de Villa Nicolás Romero tuvo un gesto cariñoso hacia él: “Sentí que el Papa puso su mano en mi cabeza”.