Cuando hablamos de la movilidad humana forzada, abordamos un fenómeno complejo que ha ido permeando a lo largo del tiempo en México; en las fronteras el incremento de los flujos migratorios ha puesto enormes retos, en la región de Latinoamérica y el Caribe. Desde el Servicio Jesuita a Refugiados México (JRS), observamos indicadores que nos dan guía para aproximarnos y atender el fenómeno migratorio, por ejemplo, la disminución de la aplicación de los tratados internacionales, en materia de protección internacional, la omisión de los Estados, ha dejado en la indefensión a miles de personas, aunado a esto, nos encontramos con los vacíos de protección que tienen que ver, con el limitado acceso al procedimiento de asilo, a la falta de atención a la salud, a una educación básica y a los medios de vida.
¿Por qué los solicitantes de refugio huyen de su país? Las personas salen de sus países por diferentes causas: El desplazamiento forzado por violencia, narcotráfico, persecución por las preferencias sexuales y políticas, cambio climático y pobreza extrema; de manera vertiginosa esto ha reconfigurado los perfiles migratorios. Hace unos años eran hombres y mujeres solas que buscaban llegar a México para llegar a los Estados Unidos, hoy vemos a familias completas, esto nos habla de la complejidad de este fenómeno, a pesar de que muchas personas, buscan llegar al país vecino, nos encontramos con un panorama que ha obligado a que se queden en México, siendo este un país de destino forzado.
Estamos ante una coyuntura compleja, el endurecimiento de las políticas migratorias donde la persecución, el hostigamiento y la xenofobia son características muy particulares de las políticas migratorias que actualmente se implementan, y que resultan restrictivas para quienes intentan llegar a territorio nacional; el trato que se les da a las personas en la frontera sur, en Tapachula, Chiapas, es violatoria a los derechos humanos, ya que se encuentran con vigilancia del Instituto Nacional de Migración (INM) y la Guardia Nacional, y estos ejercen su poder de control migratorio. Es por eso que los solicitantes de refugio tienen que buscar nuevas rutas de acceso, que resultan riesgosas; no podemos permitir que estas prácticas continúen, la deshumanización, el individualismo y la discriminación, no hacen más que revictimizar a quienes han recorrido miles de kilómetros para ponerse a salvo.
En el caso de la frontera norte, el fenómeno también es complejo y cambia radicalmente su contexto, ya que se encuentran personas retornadas, migrantes, solicitantes de asilo para Estados Unidos y desplazados internos, lo que hace que las necesidades de protección internacional, la falta de infraestructura, oportunidades de desarrollo y empleo, se vean reducidas por el incremento de personas, que diariamente llegan a la frontera norte, caso concreto a Ciudad Juárez, donde las condiciones climáticas y de seguridad ponen un escenario de alto riesgo.
Las políticas migratorias estadunidenses, que se impusieron desde el 2019 y 2020 con la administración de Donald Trump y que continúan a la fecha con el presidente Joe Biden, quien prometió darle fin al Título 42 este 23 de mayo; esta fecha era el plazo para retirar dicha norma, y esto no se cumplió, debido a las próximas elecciones intermedias; y se prevé que sea hasta 2023 cuando esto suceda. Mismo caso es el programa Quédate en México, personas solicitantes de asilo en los Estados Unidos tienen que esperar su proceso en territorio mexicano.
Necesitamos una estrategia nacional con carácter humanista, tal como lo propone la iglesia católica en el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes en 1992, donde el Pontificio Consejo Cor Unum y el JRS Regional proponen que “Todas las personas solicitantes de cualquier medio de protección, ya sean a través de asilo, refugio o protección complementaria, que han sido desplazados de manera forzada, sin importar el motivo específico, es el miedo, el temor y la misma palabra de las personas, la que debe bastar para ser sujeto de protección internacional para ser refugiados de facto” .
Nuestra apuesta como JRS- México, es acompañar, servir y defender a las personas vulnerables en situación de movilidad, brindamos atención legal y psicosocial, así como también estamos construyendo puentes para la reconciliación, mediante procesos con la comunidad de acogida y con la comunidad de llegada, seamos parte de la reconfiguración del tejido social, esa es nuestra ruta, en el marco del Día Mundial de las personas refugiadas, les invitamos a reflexionar y a tomar acciones para volver a mirarnos desde la espiritualidad y la fe e incidir de manera positiva en la vida de las personas migrantes y refugiadas.
* Co municadora y director del Servicio Jesuita a Refugiados - (JRS México).
@JRSMex de la Compañía de Jesús @Jesuitas_Mexico