El Museo Diablos, inaugurado hace un par de meses en las instalaciones del estadio de beisbol Alfredo Harp Helú, irrumpió en el ámbito cultural de la Ciudad de México con un jonrón: la exhibición de obra inédita de Francisco Toledo (1940-2019) que, además, descubre al artista como gran aficionado del rey de los deportes.
El recinto se asume como la antesala del Infierno (como los aficionados llaman a la sede de los Diablos Rojos del México), convertido ahora en un paraíso único que amalgama arte y deporte.
Si bien muchos estadios en el mundo tienen un espacio dedicado a contar la historia de sus equipos, este es el primero en el país y en el orbe que propone a los visitantes una experiencia que conecta al mundo de la cultura con el beisbol.
“Se trata de una propuesta innovadora, y no había mejor muestra para inaugurar el espacio que esta colección del maestro Toledo quien, además del cariño que la familia le tiene, hizo muchas piezas relacionadas con el beisbol, algo único a nivel internacional. No hay ningún artista de su rango que tenga tantas obras maestras sobre este deporte; además, son piezas que nunca se habían expuesto”, dijo en entrevista con La Jornada Santiago Harp Grañén, quien coordinó el proyecto museístico.
Durante el confinamiento debido a la pandemia de covid-19 continuaron trabajando en el proyecto. De hecho, la sala temporal B dedicada a exhibir las 70 piezas de Toledo fue la primera que estuvo totalmente montada en 2020, pero por la emergencia sanitaria se pospuso la inauguración.
La propia familia Harp Grañén, propietaria de la colección, cuenta que no la habían visto junta, pues una parte estaba en sus oficinas. Un conocedor de la obra del artista oaxaqueño podría pensar que ya nada lo puede sorprender; sin embargo, las obras reunidas de Francisco Toledo en el Museo Diablos, “son una explosión de júbilo para los aficionados al beisbol y para quienes admiran el arte”, explicó Agustín Castillo, director del recinto y gerente de comunicación del equipo escarlata.
Agregó que si ya era un orgullo tener la barda perimetral del estadio diseñada por el artista juchiteco, que sorprendió a los aficionados desde que se inauguró el estadio en 2019, “su exposición es la cereza del pastel.
“Lamentablemente, el maestro ya no pudo observar la totalidad de la construcción terminada porque lo sorprendió la muerte, pero la decisión que tomó con la barda, de no darle un tratamiento especial, da el resultado que el previó: la barda se está oxidando y adquiriendo un tono rojizo que va con el equipo, lo cual da un toque espectacular al estadio Alfredo Harp Helú, el diamante de fuego.
“Es un orgullo tener aquí lo que podemos decir que es la última obra de Toledo. Incluso en la sala tenemos una obra que dejó inconclusa, se trata del boceto de un reloj que cuando lo ven los aficionados dicen: ‘ojalá lo hubiera concluido para portarlo’.”
Al recorrer la exposición, reitera Castillo, se aprecia “que es genuina la afición de Toledo por el beisbol, desde los inicios de la liga mexicana. El auge en México de este deporte fue en la década de los cuarenta, época en la que los jugadores de raza negra predominaban. En la muestra encontramos un dibujo de un pelotero con esos rasgos.
“Otra cosa que notamos en la obras de Toledo es su predilección por los catchers, le llamaba mucho la atención el atuendo, cosa que después se confirma en una sesión de fotos que le hizo Graciela Iturbide y que también es prácticamente inédita. Los expertos en arte y colegas artistas que han visitado esta muestra hablan del movimiento que hay en las piezas, en las siluetas de los dibujos.
“En general, la muestra habla de cultura y deporte; también de amistad, pues hay cartas, hojas de cuaderno con los trazos y mensajes que el maestro le enviaba a María Isabel Grañén. Si bien la colección estará de manera temporal en el museo, porque va a itinerar por Monterrey, nos gustaría que luego se instalara de manera permanente, pero si eso no ocurre estamos trabajando un recorrido virtual para compartirlo en la página de Internet. Por eso invitamos a todas las personas a venir a visitarnos, para que después no lamenten que se perdieron de verla”.
Papalotes, un autorretrato de Toledo en una pelota pegada a la punta de un bat, grabados, y sobre todo los retratos que le hizo Iturbide en Huajuapan de León, “nos revelan no sólo el gusto del artista por el beisbol sino que era un buen aficionado; cuentan que para las fotografías que le tomó Graciela pidió los arreos del catcher”.
Santiago Harp reiteró que en el Museo Diablos “quisimos que nuestros aficionados conocieran un poco del arte mexicano además de ver la historia del equipo, la cual es incomparable, pero también esperamos que los artistas que vienen a visitarnos quieran colaborar y ser parte del proyecto, idea que nos entusiasma más, porque para eso se creó este recinto”.
El silencio en las gradas anuncia algo grande: ¡pack! El sonido de la pelota en el bat indica que el vuelo de la bola se va, se va, se vaaaaa.
Y se fue.
Jonrón con casa llena.