Ciudad de México. A tres años de su inauguración, el estadio de beisbol Alfredo Harp Helú, ubicado en la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, en el oriente de la capital del país, es un “árbol de Navidad constante: con sorpresas por todos lados”.
Así describen los directivos del club Diablos Rojos del México al inmueble diseñado por los arquitectos Francisco González Pulido (FGP Atelier) y Alonso de Garay (ADG Taller) que hoy ofrece a los visitantes, aficionados o no, la experiencia única de vivir una espectacular tarde entre arte y deporte.
Al final de la explanada principal, recibe a los aficionados la escultura de Sergio Hernández que custodia las puertas del vestíbulo: es un diablo beisbolista, originalmente un cangrejo que se transformó en un cátcher con máscara, arreos y guante, transfigurado en amuleto que las personas tocan para dar suerte a su equipo o, ¿por qué no?, para pedir un deseo personal.
El Museo Diablos, a un costado de la impresionante estructura del estadio donde se perfilan pirámides de roca volcánica, con sus dos salas de exposiciones temporales y 14 dedicadas a mostrar la historia de 82 años del equipo escarlata, es el preámbulo de la aventura.
“Ojalá el estadio se convierta en un icono de la ciudad y sea una visita obligada para quienes gustan del beisbol y el arte. La visita al museo es una experiencia, no un recorrido cualquiera; es muy atractivo incluso para los que no son amantes del Rey de los deportes. Hay espacios para que los jóvenes se tomen selfis; es muy visual, moderno y tecnológico, con gráficos y videos”, explicó a La Jornada Santiago Harp Grañén, vicepresidente del club Diablos Rojos del México y artífice del museo que consta de 2 mil metros cuadrados.
Un par de esculturas de Leonora Carrington, El extraterrestre y El insecto, y en seguida Los guardianes, dos enormes guerreros realizados por Sabino Guisú, que lo mismo lucen como samuráis que catchers, con macahuiles en mano, dan inicio al recorrido que puede ser guiado por alguno de los siete cronistas deportivos que atienden a los grupos.
Entre ellos, está la cronista Caro García, quien narró a La Jornada los retos de su oficio:
“Me maravilla aprender al acercarme al arte y a la cultura, y poder transmitir la historia del equipo a los visitantes, porque estamos conscientes de que a veces vienen aficionados que saben mucho, no los podemos engañar, pero también llegan quienes no saben nada de beisbol y tienen otra visión de lo que es un museo. El propósito es que todos salgan enamorados del recinto.”
Caro considera que ser mujer cronista en un ambiente en el que la mayoría son hombres “es una lucha constante. Llevó 12 años de tocar mil puertas y estar en lo que me apasiona. He tenido grandes maestros, y sí, es un espacio dominado por hombres, pero la presencia de las mujeres en la crónica deportiva viene desde los años 40. Antes no había redes sociales que preservaran aquellos nombres, pero hubo pioneras. Así como estoy yo, seguramente hay niñas que al escuchar una transmisión sueñan que lo pueden hacer.
“No ha sido sencillo, pero ha habido un trabajo arduo, sin ánimo de victimizarme, pero sabemos que tenemos que demostrar al doble o quíntuple que si hacemos un comentario, es porque tenemos el conocimiento.
La mano de un pelotero, elaborada en barro por Víctor Vázquez. Foto José Antonio López
“A lo mejor hay algún sector de la afición al que le cuesta escuchar una voz femenina, pero es parte del día a día. Por eso hay que poner primero la calidad sobre la cantidad; es decir, sí, que vengan más mujeres cronistas, pero que su preparación sea lo principal.”
Para los aficionados
Lo ideal es llegar al estadio dos horas antes del inicio del partido para poder disfrutar la exposición de Francisco Toledo y la que se ubica en la primera sala temporal, conformada por peloteros de tamaño real, de barro, realizados por Víctor Vázquez, y una pieza del ceramista Adán Paredes, que consiste en un cinturón con 322 bats y pelotas, todo de barro, colgando del techo.
Luego, en las salas permanentes del museo se exhibe el acervo propio del club Diablos. Harp Grañén destacó que uno de los objetivos de ese espacio es “que los aficionados vean lo bien conservada que está la colección que narra los 82 años del equipo, para que también se animen a compartir sus joyas, pues muchas de las piezas que se exhiben fueron regalo de la afición, lo cual les da un valor especial.
“Por otra parte, los trofeos de campeonato los conseguimos a partir de la llegada de mi papá (Alfredo Harp Helú) al equipo en 1994. Los anteriores no se tienen; en lugar de recrearlos con fotos antiguas, que sí tenemos, quisimos hacer algo diferente: se invitó a 11 artistas para que se inspiraran en cómo se logró cada campeonato; entonces, cada pieza significa algo específico del año en que se logró, y cada trofeo es una obra de arte que da un plus a la historia de los triunfos del equipo. Cada artista se comprometió al máximo, se puso la camisola del equipo.
“Mi meta al frente del equipo es seguir llevando trofeos a esa sala de los campeonatos, donde dejamos cuatro espacios vacíos para motivar a los jugadores y que vean que estamos listos para recibir sus triunfos y seguir creciendo en la historia.”
Agustín Castillo, director del Museo Diablos, dijo que cada día tratan de encontrar fórmulas para que las personas que no están tan acostumbradas al arte se puedan vincular con las obras que hay en cada rincón del estadio. Desde el museo, hasta las esculturas y los murales de Amador Montes o Demián Flores.
“Tenemos una lista larga de varias exposiciones para presentar en las salas de exposiciones temporales, para varios años; por lo pronto, la del maestro Toledo estará toda la temporada y sin duda es la joya de joyas”, concluyó Harp Grañén.
Inicia el partido. El pitcher se para en la lomita de las responsabilidades, el bateador hace ondear el tolete. Se hace un silencio en las butacas.
Rueda la pelota caliente.
El Museo Diablos abre de martes a domingo, incluso si no hay partido. Consultar horarios y costos en la página https://estadioahh.com
En la entrada al Museo Diablos dos guerreros de Sabino Guisú reciben a los visitantes. Foto José Antonio López.