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Política

2022-06-19 06:00

Cuatro de cada 10 personas que atentan contra su vida son menores de 30 años

En el país, cuatro de cada 10 suicidas son menores de 30 años. En la imagen, escena en el exterior del Hospital Siquiátrico Fray Bernardino Álvarez. Foto Marco Peláez
Periódico La Jornada
domingo 19 de junio de 2022 , p. 8

Cuando Leonardo se quitó la vida nos dejó como suspendidos en el tiempo. Nadie en la familia pensó que podía sentirse tan mal, con esa enorme angustia y dolor: tan solo. Para la mayoría, afirma Paulina, su cuñada, él era un chico normal de 19 años que estudiaba, quería ser músico, tenía novia, tocaba la guitarra y en las fiestas era el que cantaba mejor.

“Cuando se suicidó, antes del fin de año de 2020, la primera reacción fue de incredulidad, de dolor inmenso y de derrota. Sentimos que todos le fallamos”.

Cada año el deceso por voluntad propia se incrementa en México. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reportó que en 2020 hubo 7 mil 896 decesos autoinflingidos. Un año antes se notificaron 7 mil 223, y en 2018, 6 mil 808. Este fenómeno se extiende cada vez más y los datos oficiales revelan que cuatro de cada 10 suicidas son menores de 30 años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el suicidio como acto deliberado, iniciado y realizado por una persona con pleno conocimiento o expectativa de su desenlace fatal. Es un trastorno multidimensional, resultado de una compleja interacción de factores biológicos, genéticos, sicológicos, sociológicos y ambientales.

En México, las cifras más recientes señalan que en 2020, del total de muertes por autolesiones, 278 eran niños de entre 10 a 14 años (3.5 por ciento); 882, de 15 a 19 años (11.1); mil 142 jóvenes de 20 a 24 (14.4), y mil 151 de 25 a 29 años (14.5).

Cada 40 segundos

En el mundo, anualmente poco más de 700 mil personas se suicidan. Se estima que cada 40 segundos alguien se quita la vida, y 77 por ciento de los fallecimientos por autolesiones ocurren en los países de ingresos bajos y medianos. Los métodos más comunes son ahorcamiento, uso de armas de fuego e ingesta de sustancias químicas.

La doctora Diana Tejadilla Orozco, directora del Modelo de Atención en Salud Mental de la Secretaría de Salud (Ssa) y coordinadora del Programa Nacional de Prevención del Suicidio, señala que la muerte por voluntad propia es un problema de salud pública en México, “pero es 100 por ciento prevenible”.

En las pasadas dos décadas, explica, “la tasa de suicidio se incrementó en 275 por ciento, y cada año aumenta de forma alarmante”.

En 2021, la incidencia fue de 6.2 por cada 100 mil habitantes, cuando en años anteriores se reportaban datos de 5.2 a 5.3. En contextos de emergencia, como la pandemia de covid-19, agrega, hay aumento de los problemas de salud mental, pero también éstos se hacen más evidentes.

Datos del Inegi señalan que las muertes por lesiones autoinfligidas representan 0.7 por ciento de los decesos a escala nacional. Por género, los hombres tienen una tasa de 10.4 por cada 100 mil habitantes (6 mil 452), mientras en las mujeres es de 2.2 (mil 436).

Así, en México la población de 18 a 29 años presenta la incidencia de suicidio más alta, con 10.7 decesos por cada 100 mil personas; le sigue el grupo de 30 a 59 años, con 7.4 fallecimientos. Los estados con la mayor tasa de muertes de este tipo por cada 100 mil habitantes son: Chihuahua (14), Aguascalientes (11.1) y Yucatán (10.2). En contraste, Guerrero, Veracruz e Hidalgo presentan los más bajos índices.

“No vimos las señales”

A casi dos años de su fallecimiento, Paulina considera que Leonardo podría haber recibido ayuda que evitara su desenlace. “Pero no vimos las señales. Como familia nos ha costado mucho reconocer que encerrarse en su habitación por horas no era normal. Se aisló poco a poco de la familia y no percibimos que era un indicio de alarma. Su puerta pasó de estar siempre abierta a tener seguro. Hoy no puedo tolerar que mis hijos cierren las puertas, siento terror”.

Y Tejadilla Orozco afirma a su vez: “No es que enfermemos de suicidio o de conducta suicida. Cuando tenemos la intención de muerte es cuando comienza el comportamiento suicida, es decir, pensamiento, ideación, fantasías e intento”.

Agrega que el primer factor de riesgo es una tentativa previa. “Se sabe que el día más susceptible para que una persona busque una muerte autoprovocada es justo cuando salió del hospital después de haber tenido el intento. Se debe dar un seguimiento cercano en las primeras 72 horas, con llamadas, mensajes e incluso visitas, y así el peligro disminuye 50 por ciento”.

La especialista precisa que la prevención, mucho antes de llegar a una crisis, es la clave. “Se trata de trabajar con los jóvenes para que puedan detectar su ansiedad, qué es lo que sienten y escucharlos”.

El doctor David Hernández Guzmán, sicólogo de la Unidad de Salud Mental del Hospital Juárez de México, destaca que los intentos para provocarse la muerte son similares en hombres y mujeres, con tendencia un poco más elevada en los varones.

La diferencia más importante es la letalidad del intento. Ellos usan métodos como ahorcamiento y armas de fuego, que por la propia naturaleza de la acción causan con más probabilidad la muerte.

Ellas en cambio utilizan sustancias químicas, medicamentos o venenos que no siempre llegan a causar el deceso. Además, las mujeres acuden más a servicios de salud mental, hablan de lo que sienten, hacen uso de sus propias redes de apoyo, como amistades y familiares, mientras el varón se reprime y, a la larga, comete el acto impulsivo cuando ya sus emociones sobrepasan su capacidad de control.

Programa pionero

Hace casi dos años, un grupo de expertos desarrolló el Programa Nacional para la Prevención del Suicidio, lo que convirtió a México en pionero en la materia. “Somos la primera nación de la región en tener una estrategia pública para prevenir el comportamiento suicida”, afirma Tejadilla Orozco, lo que permite homologar la detección, evaluación, diagnóstico, nivel de riesgo y tratamientos.

Explica que entre los cinco ejes prioritarios está la capacitación, por lo que 10 mil trabajadores de la salud han sido instruidos para detectar casos desde el primer nivel de atención. Se trata de sicólogos, trabajadoras sociales, enfermeras y médicos. Incluso, señala, personal administrativo, a fin de identificar las señales de un comportamiento suicida.

También se han creado brigadas comunitarias, los Grupos de Apoyo Emocional (GAE), con los que se impulsa la educación sicoemocional de la población, que permita reconocer las señales previas a desarrollar una patología mental que pueda llevar a acabar con la propia vida.

Paulina reflexiona que el suicido “no acaba con el que se fue. Es una huella indeleble que duele y fractura, pero también te da una oportunidad de reconstruirte e identificar en otros cuando hay dolor, soledad y tenderle la mano. Te deja claro que se debe pedir ayuda, porque ninguna familia es inmune, a cualquiera le puede pasar si siente que no hay salida”.

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