Cali. Rostros entusiastas se arremolinan en torno a una mujer negra de vestido rojo que camina por la explanada de la iglesia de la Colina de San Antonio, un parque ubicado en el barrio del mismo nombre, uno de los más tradicionales de esta ciudad. El clima de tensión general que se vive en esta y otras ciudades del país, a pocos días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, se ha relajado por un momento en este parque, donde puede verse desfilar en carne y hueso a la potencial futura vicepresidenta, Francia Márquez, la misma que sonríe junto al candidato presidencial Gustavo Petro en pinturas, fotografías y carteles, desde no pocos muros de la ciudad. “¡Francia, Francia!, ¡nosotros también queremos vivir sabroso!”, le grita una señora de entre la multitud dispersa que aplaude y vitorea a su paso.
La emergencia de Francia Márquez como candidata a la vicepresidencia por el Pacto Histórico irrumpió en las expectativas de la política colombiana, no tanto por su aparición como personaje público, pues la larga trayectoria de esta mujer nacida en la comunidad de La Toma, una pequeña localidad en el departamento del Cauca, como luchadora por los derechos de los pueblos negros, así como su participación y liderazgo en contra de la minería ilegal y el extractivismo medioambiental, habían puesto ya los reflectores de la prensa sobre ella. En 2018, Francia Márquez ganó el Premio Goldman, considerado por muchos el Premio Nobel que se entrega a los líderes sociales que trabajan por resolver las problemáticas medioambientales. Su largo recorrido como lideresa, así como su fuerte aceptación por parte de los movimientos sociales, le valieron más de 800 mil votos en las elecciones del Pacto Histórico a esta mujer negra que tras amenazas de muerte por grupos paramilitares tuvo que salir de su tierra y formar parte de ese ingente número de colombianos desplazados por la violencia interna. La presencia de Francia en la contienda electoral acortó, para muchos, la brecha entre la realidad social y la política tradicional. Después de intercambiar algunas palabras con un hombre que revisa el motor de su carro averiado a un costado de la iglesia, entre selfis, abrazos, bendiciones y saludos, Francia se abre camino y se sienta para ser entrevistada en una silla de madera improvisada en las orillas del parque.
–Se percibe un fuerte entusiasmo en muchos sectores de la sociedad colombiana respecto a usted, lo que representa y la posibilidad de que participe en el gobierno de este país, sobre todo se percibe en aquellos que han sido denominados por algunos como la Colombia profunda, es decir, los pueblos negros, los indígenas, los campesinos… ¿siente usted ese apoyo?
–Yo nunca uso el concepto de Colombia profunda. Eso es un concepto inventado por la gente elitista de este país. Para decir “ustedes están más allá, debajo de nosotros. Ustedes están en la profundidad”. No me gusta usar eso. Creo que aquí no hay una Colombia profunda, aquí hayuna Colombia que para ponerlo en términos claros ha sufrido el empobrecimiento. Eso de la Colombia profunda es para dividirnos como sociedad, como que hay una sociedad superior y otra inferior. Hay una en la cima y hay otra en las profundidades. Yo creo que hay que romper con eso, ese lenguaje colonial. Igual que decir que hay unas minorías y mayorías. En realidad, las minorías han sido las 47 familias que nos han gobernado en este país. La mayoría son la gente oprimida, excluida y marginada de Colombia. Han mantenido ese lenguaje de minoría para decir que somos incapaces, que somos incapaces de definir nuestro propio destino. Por eso ni creo en el concepto de la minoría ni tampoco en el concepto de la Colombia profunda.
–¿Cómo designaría entonces a esos que han sido excluidos de la narrativa oficial sobre el colombiano?
–Yo a propósito quise usar el lenguaje de un poema de Eduardo Galeano, de Los nadies, para resignificar y hacer entender a la gente el lugar donde nos colocan. No es que nosotros queramos ser los nadies, es que ese es el lugar en que nos ha colocado esta sociedad elitista que nos ha gobernado. Entonces, lo que veo es que cuando los indígenas hacen un acuerdo para la garantía de derecho, cuando los negros se movilizan, los campesinos se movilizan, los jóvenes se movilizan para exigir a los que nos gobiernam garantías de derechos, dicen: “¿ustedes, quiénes son? Ustedes son de la Colombia profunda, ese es su lugar, ¡ustedes tienen que seguir ahí!” Ustedes son nadie para nosotros. 50 billones de pesos se pierden cada año en este país mientras la gente no tiene conectividad, mientras no hay agua potable, mientras no hay acceso a un empleo digno, mientras no hay acceso a educación para la juventud.
–¿Cómo hacer para lograr la paz en medio de la guerra y de las balas?
–La paz no es solamente el silenciamiento de los fusiles, la paz es inversión social, la paz es justicia social. Es un principio que debería ser de las sociedades, pero también en términos religiosos a propósito del lugar donde estamos. La Biblia tiene ese postulado de que “el camino hacia la paz es la justica”, es la justicia social. Entonces, ese es el principal desafío que tenemos. Segundo, erradicar el hambre. Si no se detiene el hambre en Colombia, la inseguridad y la violencia van a seguir siendo el pan de cada día. Y eso pasa por recuperar nuestro campo colombiano, eso pasa por recuperar la producción agrícola, nuestra autonomía y soberanía alimentaria, por supuesto el turismo como un potencial económico, y de generar convivencia y bienestares, es una riqueza, somos de los países más ricos en biodiversidad del planeta y eso nos da un potencial enorme… nosotros podemos vivir sabroso, como decimos, partir de una economía para la vida y eso es lo que queremos hacer. Entonces, el gran desafío, enorme, que también tenemos, es el tránsito de la economía extractivista hacia una economía sostenible. En Latinoamérica hemos tenido gobiernos de izquierda, pero eso no significa que por ser de izquierda ya están planteándose un cambio del modelo hegemónico de desarrollo. La izquierda latinoamericana ha reproducido el modelo neoliberal, basado en el extractivismo, y entonces ese es el desafío que vamos a asumir en Colombia, y es cambiar la matriz energética y esa economía extractivista dependiente del petróleo, del carbón, hacia el camino de una economía sustentable. Eso no es que llegue Gustavo Petro y Francia Márquez a posicionarse el 7 de agosto y ya al otro día no hay más explotación de petróleo y carbón. No, no se trata de eso, se trata de un alistamiento institucional, de generar las condiciones de infraestructura, de generar la concientización en nuestra sociedad para ir haciendo ese tránsito a que en 20 o 30 años podamos revertir los efectos de la crisis ambiental y podamos llegar a emisión cero en nuestro país.
–Mucha gente en las calles se identifica con el lema del vivir sabroso que se ha popularizado con su campaña, ¿qué es ese vivir sabroso que usted ha traído al discurso político colombiano?, ¿cómo podría entenderlo, por ejemplo, un mexicano?
–Bueno, nosotros en medio de las dificultades, en medio de las necesidades básicas, en medio del conflicto armado hemos podido sembrar paz. Cuando las mujeres del
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