En la exposición epistolar de Gabriel García Márquez hay claves que revelan secretos y confirman certezas. Por ejemplo, la carta donde el gran pianista Daniel Barenboim hace gala de la humildad que lo caracteriza y responde así a una petición de Gabo: “Desafortunadamente mis grabaciones de Bártok ya no están disponibles, lo cual siento mucho, ya que es su compositor preferido. Seguramente no eran suficientemente buenas… Espero estos dos de Brahms encuentren su agrado”.
En otra de las misivas hasta ahora inéditas, Rafael Tovar le convida una colección de discos con otra de las pasiones de Gabo: Mozart.
La melomanía del Premio Nobel colombiano iba más allá del ballenato, dato conocido. En su libro Memoria de mis putas tristes hay todo un catálogo de revelaciones, hallazgos discográficos asombrosos, como los que compartía con este reportero cuando coincidíamos en la tienda Tower Records de Altavista y comentábamos los discos que llevábamos bajo el brazo rumbo a la caja registradora.