Durante 15 años fue el poderoso secretario de Estado del Vaticano, durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Era el hombre de todas sus confianzas. Falleció el mes pasado en Roma a los 94 años de covid-19.
Es el italiano Angelo Sodano, decano emérito del colegio cardenalicio. Aunque los medios oficiales lo presentan como amable, quien hizo notables aportaciones a la diplomacia de la Iglesia católica, en realidad es una figura siniestra en la historia de esa institución.
Anticomunista, como nuncio apostólico en Chile apoyó la dictadudra de Pinochet y fue artífice del viaje de Juan Pablo II a ese país en 1987. Otro de sus estigmas es haber protegido a prominentes personajes de la Iglesia, culpables de abuso sexual contra miles de jóvenes en varios países, y encubrir los delitos que cometieron.
Precisamente en Chile Sodano ocultó los de Fernando Karadima, el sacerdote consentido de las clases adineradas de la ciudad de Santiago y con quien el cardenal tenía una relación cercana. Además de esconder las denuncias de las víctimas, promovió como obispos a aquellos que fueron cómplices del abusador.
Sodano fue amigo y decidido protector del multidepredador sexual Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Lo apoyaron en esa tarea el propio Juan Pablo II (llamó a Maciel “apostol de la juventud”), Stanislao Dziwisz, secretario del pontífice, y el cardenal español Eduardo Martínez.
Cuando el caso Maciel comenzó a ventilarse en los medios, Sodano dijo furioso que era una campaña para desacreditar a la Iglesia. Se comprobó después que Maciel lo sobornó, igual que a otras importantes figuras del Vaticano para que lo libraran de las numerosas acusaciones en su contra.
En complicidad con Juan Pablo II, se sabe que Sodano defendió a Bernard Law, señalado de proteger a curas abusadores. En el colmo: en vez de pedirle a Law su renuncia al cardenalato, lo trasladaron a Roma, una forma de evitar que tuviera que responder ante las autoridades de Estados Unidos sobre la protección que dio a los sacerdotes pederastas.
También el papa y Sodano miraron varios años a otro lado cuando Hans Hermann Groër, arzobispo de Viena, fue señalado de abusar de menores. Al final tuvo que renunciar. Pese a Francisco, hay otros Sodanos en la Iglesia católica.