Ludwig Carrasco, director de orquesta, violinista y musicólogo, encontró en un libro el nombre del compositor mexicano José F. Vásquez, recordado sobre todo como gestor cultural. Cuando quiso conocer más de su música, fue a bibliotecas y archivos de orquestas. Nadie tenía nada. Entonces le intrigó más. Este fin de semana, como director huésped al frente de la Orquesta de Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam), brindará al público un trabajo prácticamente desconocido y olvidado, a pesar de sus numerosas composiciones y de haber fundado esta agrupación de la casa de estudios.
La violinista francesa Anna Göckel será la solista de esta pieza que sale a la luz como resultado del rescate de Carrasco y el esfuerzo del hijo del compositor de reconstruir la memoria, desde el recuerdo de su infancia, pues falleció cuando tenía 10 años.
“De alguna manera fui a buscar como una suerte de Odiseo, para seguir entendiendo la figura de mi padre”, dice José J. Vásquez, escritor radicado en Barcelona. “Nos ha puesto en las puertas de un redescubrimiento virtuoso, necesario a estas alturas, después de tantos años de olvido. Mi visión ha evolucionado del hijo en busca del padre al melómano que ha reconquistado un territorio.”
Carrasco relató el hallazgo, pues por casualidad encontró en un mostrador de la Facultad de Música una fotocopia en muy mal estado del Concierto para violín y orquesta no. 1, escrito en 1921, y pensó: “Esta música es bella, ¿por qué no se toca?” Después de un proceso de transcripción de la partitura, estrenó en 2013 este concierto, Carrasco como violinista, con la Orquesta Escuela Carlos Chávez. También hizo una reducción para violín y piano, una edición moderna para jóvenes en formación, pues son ellos quienes podrán hacerla llegar a las salas de concierto, explicó.
Aunque propuso varias veces llevar una vez más la composición a las salas de concierto, “nadie quiso animarse a programarla; otra vez quedó dormida”. A poco más de 100 años de que fue escrita, cobrará vida en la sala Nezahualcóyotl, en el Centro Cultural Universitario.
El autor dirigió el estreno de su concierto en 1939. Director de la Ofunam por 25 años, fundador de Radio UNAM y destacado conductor, Carrasco apunta: “Me llamó la atención que fue el primer director internacional que tuvimos, pero no aparece en ningún libro de historia de la música mexicana, hasta el estudio de Gabriel Pareyón”, de 1995.
José Francisco Vásquez Cano nació en Arandas, Jalisco, en 1896. Fue alumno de Julián Carrillo en el Conservatorio, uno de los maestros fundadores de la ahora Facultad de Música de la UNAM, además de ser el primer concertador que llevó un espectáculo de ópera al Palacio de Bellas Artes. Falleció en 1961, a los 65 años.
El escenario de la casa de la orquesta universitaria recibió el pasado martes al director huésped, a la violinista y al descendiente del compositor, los dos últimos recién llegados de Europa. Se trató del primer encuentro personal, ocurrido antes del ensayo.
Anna Göckel, con alegría en los ojos y emoción en la voz, expresa que esta pieza “fue un total descubrimiento”. Es la primera vez de un mexicano en su repertorio; estar en este país la hace sentir honrada, como regresar a la raíz, además de apreciar la calidez de la gente.
Cuenta que no tardó en aceptar la invitación de la UNAM; en cuanto comenzó a leer la partitura se dio cuenta de que el compositor era un buen violinista, pues estaba muy bien escrito para el instrumento, lo hace cantar y brillar. Minutos más tarde Vásquez revelaría que su padre era gran pianista y no tocaba violín.
La instrumentista encontró remembranzas de Vieuxtemps, excelente concertista y compositor. El segundo movimiento parece una referencia a Chaikovski, pero a su manera y muy bella. Aunque su favorito es el tercer movimiento, porque agrega ritmos latinos, con humor y alegría.
“Hay mucho de profundidad y diversión en esta música, definitivamente es muy universal. No se necesita ser especialista de nada para disfrutar esta música. Toca el corazón”, transmite la concertista de 30 años.
Pieza de color excepcional
En palabras de Carrasco, la obra de Vásquez tiene un color excepcional, que ahora con la orquesta permite que destaquen la riqueza tímbrica, pues juega mucho con las voces internas, con fagots, clarinetes, chelos, violines, en un diálogo muy atractivo al oído. “Al momento de escribirla, el autor era joven, tenía 28 años, por lo que estaba buscando su voz; por desgracia no sabemos cómo se desarrolló después. Pero era un compositor que estaba aprendiendo de los grandes maestros europeos, podemos escuchar a Wagner, Brahms, Beethoven y compositores franceses”.
Agrega que encabezar los dos próximos conciertos surge del interés de la Ofunam por promover la música mexicana y recuperar la memoria histórica de la UNAM y del país. Se siente agradecido de dirigir una obra que parecía condenada a perderse otra vez en los estantes.
En el programa que se interpretará en la sala Nezahualcóyotl mañana a las 20 horas y el domingo al mediodía se incluye también el estreno mundial de Umbral, de Marcela Rodríguez, y la Sinfonía no. 8 en sol mayor, op. 88, de Dvořák.
La visita de Anna Göckel se prolongará dos semanas, en las que ofrecerá la integral para violín de Bach, “que es como una biblia” para su instrumento, el 22 y 23 de junio en la sala Carlos Chávez, y de su tierra trae a Ravel, con la obra Tzigane, junto con la Orquesta Juvenil Eduardo Mata, “feliz de compartir con los jóvenes profesionales”.
Frente a las butacas vacías en la sala universitaria, los atriles listos para el final de la incógnita, Vásquez afirma: “Yo sigo armando mi rompecabezas hasta donde se pueda. Estar a las puertas de esta interpretación me hace difícil contestar qué siento: es dicha en estado puro, es satisfacción de ver la cosecha de una siembra tan prolongada. Si no es por el hallazgo, José F. Vásquez seguiría siendo un fantasma de la música mexicana. He venido desde Barcelona porque no podía quedarme en casa”.