El 10 de junio se clausuró la novena Cumbre de las Américas con algunas declaraciones en relación con la migración que se pretende “ordenada, regular y segura para beneficiar el desarrollo económico”. Lo primero que llama la atención es el planteamiento de Joe Biden al señalar “el principio de responsabilidad compartida y mantener la estrategia de la protección de las fronteras contra la entrada irregular, por supuesto con humanidad” y además “ningún país debería cargar en solitario con los crecientes flujos migratorios”. La gran concesión fue que Estados Unidos acogerá a 20 mil refugiados de América Latina en 2023 y 2024, tres veces más que en el presente, pero resulta que es una quinta parte de los 100 mil ucranios que Washington se dispone a recibir.
Se anunciaron 314 millones de dólares en nuevos fondos para ayuda humanitaria y asistencia al desarrollo de refugiados y migrantes vulnerables en América Latina, incluido un programa para venezolanos que han emigrado a 17 naciones de la región. Según los datos publicados por el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Washington invirtió 54 mil millones de dólares en apoyar a Kiev (RT).
No se planteó siquiera discutir alguna estrategia que permitiera despresurizar la tendencia actual de los flujos migratorios. Todo lo contrario, quedó claro que se mantienen los controles fronterizos y, por lo tanto, se va a frenar la migración. Es evidente que no hay voluntad política, se sigue fomentando la idea de los “invasores indeseados” del sur global, vinculada a clasificaciones racistas y xenófobas, fácilmente distinguible si se comparan con las acciones puestas en marcha para los migrantes ucranios. De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza en el primer trimestre de 2022 se detuvo a 542 mil migrantes en su intento por cruzar a territorio estadunidense. La mayoría son mexicanos (219 mil 413), guatemaltecos (53 mil 417), hondureños (42 mil 172) y salvadoreños (21 mil 341).
Era insoslayable poner sobre la mesa que las sanciones aplicadas unilateralmente por Estados Unidos para obligar a las naciones a desistir de posiciones contrarias a su interés, a quien perjudica es a la mayoría de los inocentes de esas poblaciones, las élites son prácticamente intocadas. Como señalan los autores Jomo Kwame Sundaram y Anis Chowdhury en su muy importante artículo Estados Unidos comanda las sanciones que matan a millones de personas: “las sanciones son armas de inanición masiva, los costes humanos son enormes y variados y arruinan las economías de los países”. Por tanto, si a responsabilidades compartidas vamos, Estados Unidos debe cambiar lo más pronto posible su política de sanciones que destruye a las naciones, fracasa rotundamente en sus muy cuestionables objetivos, pero es causa de enormes flujos migratorios, como en el caso de Cuba y Venezuela, entre otros muchos.
Con los cierres de fronteras se está favoreciendo a los traficantes de personas. De acuerdo con el Banco Mundial, “las cuotas de los llamados polleros alcanzaron 3 mil 801 millones de dólares el año pasado, es decir, casi 77 mil 46 millones de pesos, y se señala que se trata de datos que pueden estar subestimados, tanto por el número de migrantes indocumentados en México, como por los costos de los coyotes”, ( La Jornada 12/6/22).
Si de migración se trata la Cumbre de las Américas de 2022 fue un fracaso, lo cual obliga a buscar soluciones al fenómeno en el contexto de los propios países de la región latinoamericana. Discutir las causas de la migración obliga a cuestionar los modelos de desarrollo que mantienen a la región como la más desigual del planeta y favorece los desplazamientos humanos. Debatir qué papel juegan los términos desfavorables del intercambio comercial; la estrategia agroalimentaria de Estados Unidos, que bloquea la autosuficiencia y seguridad alimentaria de la región, y los condicionamientos en las relaciones bilaterales o multilaterales en Latinoamérica. Estos son urgentes escenarios de discusión, sobre todo cuando la pretensión de la agenda económica de la Casa Blanca es “construir acuerdos de libre comercio en el hemisferio” rememorando la fallida apuesta que planteaba “democracias de libre mercado” a partir del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas y seguro está en mente el T-MEC.
Latinoamérica tiene una enorme riqueza intelectual, aportes teóricos del pensamiento económico para la región, instituciones de raíces profundas en la realidad socioeconómica latinoamericana, sólo se requieren diálogo y debate continuo regional para caminar hacia la transformación de esta injusta realidad.