Mientras en la cúpula partidista la disputa por el negocio, es decir, por la presidencia en el PRI, se hace cada vez más enconada, en las calles, entre la gente, parece que la suerte del organismo no importa ya.
En la Ciudad de México, que ahora pretende recuperar en alianza con el PAN, el tricolor se desmoronó desde hace buen tiempo. Más allá de los escándalos de todo tipo, la población rechazó el modelo político que adoptó ese partido con el cambio en sus estatutos impuesto por Carlos Salinas de Gortari.
El PRI de las instituciones dio paso al partido de los negocios, y los líderes de masas se convirtieron en gerentes de negocios con pingües ganancias. El poder dejó de ser el mejor conducto para llevar justicia a los ciudadanos y se volvió el trampolín que impulsó la nueva vida de su dirigencia.
En la primera competencia electoral para elegir a un gobernante en la capital del país, ganó la oposición al Revolucionario Institucional, y el desconcierto entre la militancia no lo encauza el liderazgo, por el contrario, parece que toda idea de restañar las heridas se abandona sin mucho sufrimiento por parte de las cúpulas.
En plena descomposición y sin mayores escándalos, los priístas se convierten sotto voce en los aliados del partido gobernante. Nada se hace por impulsar el crecimiento de la militancia, es más, por algunos momentos el PRI desaparece en la disputa por las voluntades y se pone cómodo para administrar los negocios de sus cúpulas.
Se mantenían algunas formas. Las Asambleas Legislativas de la ciudad recibían a personajes como Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, enemigo del entonces candidato Enrique Peña Nieto, y a quien la suerte del PRI lo tenía sin cuidado.
Algo más que una crisis invadió a ese organismo y más que el abandono de la militancia, la gente se empezó a olvidar del partido que sólo era referencia de corrupción y trampas electorales, por ejemplo.
Poca o nula actividad partidista. El PRI dejó la calle, la gente nueva ya no tenía, no tiene ninguna referencia de ese partido. El fenómeno, si así se le puede llamar, se fue extendiendo y ese instituto político se fue esfumando hasta llegar a situaciones inimaginables.
Hidalgo, considerado junto con el estado México como los bastiones del tricolor, se han ido perdiendo. Si bien la derecha partidista ya había logrado horadar algunos municipios, Pachuca y el llamado corredor azul en el estado de México, los controles de las entidades seguían en manos del PRI.
Los Rojo Lugo, familia heredera del priísmo en Hidalgo, hicieron negocios de todo tipo y el partido en sus manos se fue desfondando. En el estado de México la fuerza política se transformó para crear emporios económicos que hoy ponen en duda el triunfo priísta en las próximas elecciones.
Con ese panorama, la estrategia se llama Ciudad de México, donde hay un panismo enraizado, donde alguna añoranza mantiene latiendo el corazón priísta y donde ya no existe el PRD.
Total, hoy los viejos priístas Jorge de la Vega y Augusto Gómez Villanueva respaldan a Alito, pero los que han sobrevivido al largo periodo noliberal están en su contra. Es decir, ni para dónde hacerse.
De pasadita
La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, cayó víctima del covid, que ya viene en una quinta ola. Tal vez sea necesario volver a las medidas que se tomaron en el pasado reciente para contener los contagios y de una vez las autoridades deberán tener listas todas las formas que ayudaron a pasar los anteriores azotes. Aguas.