Se anuncia el relanzamiento del proyecto fotográfico Ojo de Venado, que será presentado el jueves 16 en la Casa de Lago. Una década atrás, Omar Meneses, su compañera Cecilia Candelaria y otros autores echaron a andar un proyecto de pequeños libros de fotografía documental. La serie, iniciada en 2011 con trabajos de Raúl Ortega y el propio Meneses, alcanzó a editar nueve volúmenes tamaño media carta, hasta 2013, cuando las limitaciones económicas la interrumpieron.
Los autores que incluye la primera época, algunos de ellos formados en La Jornada, además de Ortega y Meneses, son Víctor Mendiola, Ernesto Ramírez, Alfredo Estrella, Patricia Aridjis, Germán Canseco, Jesús Quintanar y Cecilia Candelaria. Esta última, junto con Elizabeth Andriópulos Dakkini, recupera la colección, con el propósito de editar nuevos títulos y volver accesibles los que ya existen pero que en su momento no alcanzaron una adecuada distribución comercial.
Ojo de Venado recoge la producción de estos autores realizada entre la década de 1990 y los primeros 10 años del siglo XXI. Hoy se le puede ver como el cierre simbólico de una época de la fotografía documental que se caracterizó como arte del siglo XX, pero que con el advenimiento de nuevas tecnologías digitales y la proliferación de teléfonos móviles dotados de cámara enfrentó una transformación profunda del oficio y de su arte.
Aunque estos fotoperiodistas siguen activos, saben que los tiempos cambiaron. Quien insiste en utilizar medios analógicos lo hace por decisión de estilo y quizá una cierta afirmación de ética periodística, pero definitivamente el oficio del periodismo gráfico ya no es el mismo. Incluso las exigencias laborales son otras.
Víctor Mendiola admite que el volumen (Sin título, 2013) que recoge una muestra de su trabajo, le permitió recapitular 25 años de labor periodística y además hacer una edición sugerente de las fotos seleccionadas.
Fue “un proceso de reflexión y búsqueda”, expresa Ernesto Ramírez, el cual le facilitó estructurar Vidas en tránsito, donde revive eventos noticiosos y “momentos inusitados que regala la vida cotidiana”. En el mismo tenor, Jesús Quintanar aporta sus imágenes “en un género que fue muy fructífero”, en Vivir para contarlo. Por su parte, Germán Canseco ofrece un registro demoledor y doloroso del inframundo social en Ciudad Juárez que, en su aparente quietud, hizo decir a Vicente Leñero: “No hay por qué asomarse a un infierno de rostros machacados y miembros retorcidos si el verdadero infierno es así: oscuro, silencioso, seguramente eterno”.
Última generación de la gran fotografía documental
El relanzamiento de Ojo de Venado ofrece la oportunidad para revisitar a la última generación de la gran fotografía documental mexicana, heredera de los Casasola, de los maestros Edward Weston, Tina Modotti y Paul Strand, y el gran patriarca Manuel Álvarez Bravo. También permite rendir homenaje a tres compañeros fallecidos prematuramente: Omar Meneses, Éniac Martínez y Marco Antonio Cruz.
El conjunto es brillante, por decir lo menos. Permite confirmar, si acaso hace falta, que las artes fotográficas, y en particular el periodismo gráfico, han tenido en México una historia extraordinaria que al seguir viva puede ejercer una influencia muy benéfica tanto en los nuevos creadores como en el público fotográfico, bombardeado sin misericordia por imágenes llamativas, tramposas y triviales. Ojo de Venado resulta un pequeño museo visual de valor pedagógico, ético y artístico.