En este generoso espacio hemos repetido, y seguiremos haciéndolo, que “aprender a morir es aprender a vivir”, es decir, ante nuestro incierto pero inevitable encuentro con La Puntual, mejor conocida como la muerte, podemos tener una actitud más serena o menos angustiada si aprendemos a vivir cada día no amedrentados “como si fuera el último”, sino con la desafiante certeza de que es el único que tenemos en el tiempo y espacio reales. Si logramos incorporar diariamente lo anterior a un comportamiento consciente, alerta y atento, las cosas empezarán a pesar menos.
Escribe Bernabé Hurtado algunas consideraciones por demás pertinentes: “Con el pretexto de la plandemia, no nada más el mundo cambió, como dice la nueva frase hecha; con éste se acentuaron vicios y debilidades o, por mejor decir, no se renovó ni expandió la mentalidad de unos ni de otros, pues los más seguimos creyendo en lo que se nos ordena y los menos reforzando su ambición de dinero y su obsesión por acumularlo, como si así la vida no se les fuera a acabar”.
“Durante la plandemia, ese perverso plan de trastorno socioeconómico mundial llamado pandemia, pues las estadísticas escasean y los porcentajes de fallecidos evidencian que resultó mucho más abrumador el remedio aplicado a la sociedad que los propios estragos de la enfermedad. Pero ese trastorno, esa tremenda crisis provocada para evitar mayores contagios y más víctimas mortales, acabó beneficiando, como nunca imaginaron, a las grandes farmacéuticas productoras de la dudosa vacuna (se me han muerto cinco amistades luego de haberse vacunado cuatro veces) y a los fabricantes del sinnúmero de insumos para proteger y prevenir del mediáticamente satanizado virus, del que no hubo un país que no acatara los pronósticos y órdenes de la OMS. Por cierto, tampoco se habla del aumento de desperdicios y contaminación en el planeta por los millones de toneladas de insumos desechados.
“Junto con cubrebocas, geles, guantes y caretas, las cantidades industriales de tecnología médica importada, tanto para salvar vidas como para prolongar agonías pero, repito, al no contar con estadísticas más específicas, todo se nos presenta como bondades. Y el negociazo de las tiendas de lona que hacen pruebas diagnósticas del covid relativamente confiables, y los abusos bancarios, y los sobreprecios en clínicas y hospitales y... Ojalá pueda hablar de estos otros daños colaterales.