Volvemos a la disputa por la energía nuclear. De amenazas graves pasan a la revisión de los acuerdos ya establecidos y a la solicitud de modificaciones. Lo importante es satisfacer a cada una de las partes.
Éste es el caso de la República Islámica de Irán. Aparentemente ha retirado las cámaras de seguridad para continuar con la utilización del uranio de forma libre; es decir, sin señalar lo que en realidad está haciendo con el procesamiento del mineral.
Para intentar una explicación a distancia y con los datos más precisos posibles, es importante revisar el contenido del acuerdo de 2015, en el que Irán “acepta” y firma el compromiso de no desarrollar la industria nuclear si ésta tiene como propósito la construcción de armamento nuclear.
En la firma del acuerdo inicialmente estuvieron tres países europeos: Francia y Reino Unido (recientemente se agrega Alemania); uno de América: Estados Unidos, y dos de Asia: la Federación Rusa y la República Popular China. Tanta presión política es inequitativa, pues a ciencia cierta no sabemos si la república islámica cuenta con alguna de estas armas letales.
Hacemos hincapié en que otros países que no han sido acusados de terroristas por parte de Estados Unidos y sus amigos europeos, o asiáticos, no reciben la misma presión para demostrar que en sus programas nucleares no está incluida la fabricación de bombas –o armamento– nucleares.
Las acusaciones en contra del gobierno de Irán son el tradicional trato que la política exterior del Pentágono estadunidense y sus aliados le han dado a los que consideran como peligro para la estabilidad mundial y a quienes se les acusa de ser semilleros de terroristas; aunque también recurren a la falsa defensa de los derechos humanos y a la nada sincera preocupación por el aumento de la migración o el calentamiento global.
Por otro lado, creemos que el terrorismo no se ha multiplicado debido al aumento de la migración de miles de personas en todo el mundo, que salen de sus países en busca de un lugar seguro para vivir y, sobre todo, con ofertas de trabajo, pues el hambre es todavía uno de los motivos del desplazamiento de gente vulnerable.
Si de terrorismo se trata, allí están la pobreza, el hambre, la inseguridad para el desarrollo de las personas, el deterioro del entendimiento social y otros inconvenientes. Y, en la cultura de la corrupción, los propios gobiernos generan –incluso estimulan– esta conducta inapropiada, la cual permite que el atraso gane espacio prácticamente en todos los ámbitos. El acuerdo con Irán en materia nuclear ha sido violentado y, en consecuencia, se ha puesto en riesgo la seguridad mundial, según opinión de los ya mencionados países firmantes en 2015, especialmente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
La verificación, metafóricamente hablando, no es otra cosa que un tipo de “espionaje autorizado” por Irán, quien se compromete, en el acuerdo firmado en Viena en 2015, a limitar sus proyectos nucleares a cambio de suspender las sanciones internacionales. La presión política que Estados Unidos ejerció en el plano mundial dio paso a este tipo de coerción, como si el país islámico fuera el único que pudiera poner en peligro a la humanidad.
Y mientras las alertas de la OIEA pretenden evitar alguna catástrofe nuclear, por otro lado, otros acuerdos se abren paso. El viernes pasado, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, se reunió en Teherán con Seyed Ebrahim Raisi, líder supremo de Irán, para suscribir diversos acuerdos de cooperación en los sectores energético, científico, petrolero, de defensa, cultural, económico y alimentario, entre otros. Ambos gobernantes “se respaldan el uno al otro en su desarrollo soberano y frente a las presiones de Estados Unidos”.
Como lo hemos señalado anteriormente, la iniquidad de alguna forma persiste en los tratados, pactos, acuerdos y compromisos. En el caso del acuerdo con Irán, a raíz de la guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Ucrania contra de Rusia, resaltan las consecuencias a corto plazo. Los daños colaterales principalmente los sufre la población civil, sin que se les pague el alto costo por la pérdida de vidas, destrucción de sus viviendas, bienes ni proyectos personales y sociales.
Tanto China como Rusia, aunque signatarios del acuerdo nuclear con Irán, repentinamente cuestionan y apoyan la revisión de éste, además de sugerir algunas modificaciones. Rusia exige a Estados Unidos, por escrito, garantías suficientes para no ser afectado en sus derechos en el marco del acuerdo nuclear; rechaza las consecuencias por las “agresivas sanciones” que está recibiendo por parte de Occidente con el pretexto del conflicto con Ucrania. Las sanciones deben parar en contra de la Federación Rusa y de la población de Ucrania agredida por las mafias neonazis. Rusia y China apelan al entendimiento para favorecer la libre cooperación con Irán. Moscú exige una cooperación libre y sin trampas políticas en materia de comercio, inversiones y tecnología militar.
Twitter: @AntonioGershenson