América Latina y el Caribe han visto durante la última década el despliegue acelerado de empresas, inversiones y productos que contrarrestan la extensa presencia que había tenido Estados Unidos desde el siglo pasado. La potencia mundial, enclavada en el continente más desigual, usó su poder económico con el objetivo de adaptar o incidir en los modelos económicos y políticos de sus vecinos americanos. En este contexto, el avance de China a través de inversión y financiamiento se ha vuelto irrebatible.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) muestra que en 2020 –datos más recientes agrupados por la agencia de Naciones Unidas– Estados Unidos fue el país que anunció un mayor monto de inversión extranjera directa (IED) en nuevos proyectos, alrededor de 13 mil millones de dólares, frente a 3 mil millones reportados por China. Sin embargo, los recursos dispuestos por esta última en fusiones y adquisiciones transfronterizas rozaron los 6 mil millones de dólares, frente a los 2 mil millones de la potencia norteamericana.
“Hace 10 años las inversiones de las empresas chinas estaban comenzando a ganar protagonismo en la región y estaban muy concentradas en el sector de los hidrocarburos y de la minería. Hoy en día, la posición internacional de China ha cambiado en gran medida: el país se ha posicionado como una de las grandes potencias mundiales, ha surgido un conflicto por la hegemonía tecnológica con Estados Unidos, y los vínculos con la región se han vuelto más complejos”, explica la Cepal en su informe anual de IED.
El organismo compara: en 2018 la IED de China representó 1.6 por ciento de las entradas a la región, por debajo de “orígenes tradicionales” como la Unión Europea (50 por ciento) o Estados Unidos (22 por ciento). Sin embargo, los flujos provenientes de la economía asiática avanzan a zancadas; hasta 2010 eran inferiores a 400 millones de dólares anuales, pero desde hace una década se encuentran por arriba de los mil millones de dólares.
Los datos podrían ser cinco veces más altos, dado que “gran parte de los flujos de capital no ingresan directamente desde China, sino que se invierten a través de terceros mercados”, detalla la Cepal. Por ejemplo, un estudio de 2016 sobre Brasil estimó que 80 por ciento de las inversiones de origen chino ingresaron a través de otros países, como Luxemburgo y Países Bajos.
China ha cimentado su presencia en América Latina mediante préstamos a gobiernos. Entre 2005 y 2020 se registraron alrededor de 99 créditos por alrededor de 137 mil millones de dólares a economías latinoamericanas. Cuatro países: Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina concetraron 93 por ciento de ese monto.
Entre ellos destacan las economías vetadas por Estados Unidos, como Venezuela, y asfixiadas por fondos buitres, como Argentina, cuya causa judicial contra especuladores fue desechada en la corte de Nueva York. Con esos antecedentes y, ahora en el contexto de una Cumbre de la Américas a la que han faltado distintos presidentes de la región, se prevé que el mandatario Joe Biden anuncie la “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica”.
El rubro más contundente del vínculo China-América Latina es el comercio, la economía asiática es el segundo socio comercial de la región, por debajo de Estados Unidos, y por sí sola representa el destino de un tercio de sus exportaciones.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés) reporta que el valor del comercio entre China y América Latina y el Caribe alcanzó 451 mil 591 millones de dólares el año pasado, 41.1 por ciento más que en 2020; mientras con Estados Unidos el avance fue de 6 por ciento.