La Habana. En la azotea de un restaurante en el corazón de La Habana vieja, el dúo Pauza mezcla sonidos tradicionales cubanos con música electrónica. Las mujeres diyéis siguen siendo pocas, pero han encontrado su público.
En un ambiente chic que contrasta con la pobreza del barrio, los clientes, principalmente cubanos de una nueva clase media con mayor poder adquisitivo, bailan frente a las dos jóvenes de 29 años de larga melena negra e idénticos trajes y sombreros.
De repente, un trompetista y un percusionista entran en escena y sus acordes se mezclan con los ritmos de la mezcladora digital.
“Nosotros somos Cuba, tenemos que sonar a Cuba”, explica Paula Fernández, fundadora de Pauza, junto con Zahira Sánchez. “Tienes un país donde lo que más existe son músicos. Tenemos un talento increíble desde el punto de vista musical”, comenta.
Ambas descubrieron el oficio de diyéi hace 10 años en un “curso que hicieron sólo para muchachas, para chicas”, recuerda Sánchez.
Durante cuatro meses aprendieron el abc de la profesión. “Al principio era solamente un hobby, pero nos empezó a gustar un montón”, señala Fernández y destaca que decidieron “ser el primer dúo y único de mujeres diyéi en Cuba”.
Especiales
Un decenio después, siguen siendo pocas. “No sentimos ninguna presión machista”, asegura Fernández. “Obviamente, no es lo que abunda en la isla ni en el mundo; es una escena realmente más de hombres, pero creo que también ser pocas nos hace especiales”.
Estas jóvenes, que al comienzo eran conocidas como Las chicas de los sombreros, ahora animan muchas fiestas en su país y han sido invitadas a actuar en Turquía y México.
A sus 23 años, Sally Beltrán dice haber encontrado más obstáculos en su camino, en un país donde todavía impera el sexismo y domina la salsa como género musical.
“Hay mucho machismo y muy pocas diyéi en Cuba. Entonces, siempre exigen más a las mujeres y tenemos que esforzarnos más y hacer mucho más que un hombre”, precisa.
Beltrán, que en sus presentaciones suele llevar vestimenta asiática y antifaces multicolores, ha conseguido vivir de su profesión. “Al inicio de mi carrera muchas personas no creían en mí (...), y al final les demostré que sí, que podía lograrlo y aquí estoy ahora”, dice, orgullosa. Mientras trabaja en un bar sobre el malecón de La Habana, Beltrán disfruta que “al público le gusta ver a una diyéi porque es inusual”.
Se formó en la profesión a los 16 años, pero admite que no fue fácil. “Lo más difícil en el inicio de mi carrera fue aprender, pues al no tener máquinas (mesa de mezcla) en mi casa fue bastante complicado”, porque es como un instrumento musical que requiere práctica.
En una isla golpeada por la escasez de productos de primera necesidad, convertirse en diyéi profesional es un sueño. Muchos tienen que alquilar o pedir prestados equipos para trabajar.
“Aquí, ser diyéi no es nada fácil porque no hay material” ni tiendas donde comprarlos, explica Alexander Leal, experimentado DJ de 46 años, conocido como Xander. Black, que dirige un curso para mujeres en una azotea de La Habana, el primero en una década.
Harto de ver al oficio “gobernado por hombres”, Leal tuvo la idea de organizar un taller con 10 alumnas durante dos meses. “En el mundo, serán 70 por ciento de hombres y 30 de mujeres, y en Cuba, 90 por ciento de hombres y muy pocas (mujeres)”.